Raza de gigantes I

Por qué poder misterioso millones y millones de personas de todos los confines del mundo son atraídas a mirar en embeleso a las cataratas del Niágara.

Por qué poder misterioso millones y millones de personas de todos los confines del mundo son atraídas a mirar en embeleso a las cataratas del Niágara. No hay misterio alguno sobre la cosa misma. Cada efecto es justamente lo que cualquiera hombre inteligente, con conocimiento de causa, debe anticipar sin verla: Si el agua que se mueve hacia adelante en un gran río alcanza un punto donde hay una caída perpendicular de 100 pies en el lecho del río, está claro, el agua que así cae tendrá una violenta y continua caída en ese punto. También está claro que el agua que cae hará espuma y rugirá y producirá hacia lo alto una niebla continua en la que la luz solar hará ver un perpetuo arcoíris…

Las cataratas del Niágara son solo el labio de la cuenca desde la cual cae toda el agua excedentaria que llueve en dos o trescientos mil millas cuadradas de la superficie de la tierra.

Estimará con precisión aproximada que caerán quinientas mil toneladas de agua a una distancia de cien pies cada minuto –ejerciendo así una fuerza igual al izamiento del mismo peso, a través del mismo espació durante el mismo tiempo. Luego la reflexión adicional de que esta vasta cantidad de agua que constantemente cae es levantada por el sol…

Pero todavía hay más. Que llama al pasado indefinido.

Cuando Colón primero buscó este continente –cuando Cristo padeció en la cruz –cuando Moisés lideró a Israel a través del mar Rojo– más aun, hasta cuando Adán provino de la mano del Hacedor: entonces, como ahora, el Niágara rugía aquí.

Los ojos de las especies de extintos gigantes cuyos huesos llenan los túmulos de América, se embelesaron con el Niágara, como lo hacemos nosotros ahora.
Estas palabras, de traducción libre mía, son del presidente Abraham Lincoln, y fueron pronunciadas en el Coopers Union de la ciudad de New York, día el 27 de febrero de 1860. Muestra el discurso que entonces era de conocimiento general el hallazgo de huesos de una raza de hombres gigantes en toda Norteamérica, capaces de construir unos túmulos piramidales en donde al menos celebraban ritos en los enterramientos funerarios de los restos de sus semejantes, unos conocimientos casi borrados por la decisión de la Smithsonian Institution por preservar el estatus de la ciencia sobre el origen del hombre sin los cambios profundos que ha de esperarse de la incorporación de esta especiaea la tteoría del hombre.

Hay algunos científicos que no solo critican que se haya echado a la mar miles de hallazgos de esta especie. También el ocultamiento de la verdad.

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