Recordando al maestro Guillo Pérez II

Dándole continuidad a la publicación de la semana pasada, a través de la cual decidimos no dejar en el tiempo lo que escribiéramos en cierta ocasión a propósito de la presentación de las obras del maestro Guillo Pérez en Zurich, Suiza. Pues…

Recordando al maestro Guillo Pérez

Recién llegada de Europa, a través de mi muy querida y admirada amiga Lucy Martínez, logro conocer al maestro del arte dominicano Guillo Pérez. Una tarde cualquiera nos reunimos en la entonces D´Guillermo Galería, en Acrópolis, para definir…

Dándole continuidad a la publicación de la semana pasada, a través de la cual decidimos no dejar en el tiempo lo que escribiéramos en cierta ocasión a propósito de la presentación de las obras del maestro Guillo Pérez en Zurich, Suiza. Pues el logro magistral de Pérez nos pone en presencia, no sólo del artista que ha alcanzado su madurez plástica (¿por qué me molestará tanto el inevitable término de plástica cuando interpreto el arte de Pérez, que va mucho más allá de lo que esa palabra denota?), sino del visionario y del intérprete e historiador visual de las tradiciones del pueblo dominicano.

El artista nos muestra lo que habría que ver, entender y descifrar fuera, dentro, por encima y al margen de los párrafos de su prosa, escritos con los colores vibrantes y enérgicos de su pintura caribeña. El gallo, para Pérez, trasciende su propio ser para metamorfosearse en sí mismo. Cambia de forma para adoptar otras que corresponderán, perdurablemente, a las visiones –a las iluminaciones- del maestro; investigador permanente de las raíces de la naturaleza de las que se nutre su arte. Guillo Pérez se adentra en el mundo de lo imaginario, de lo onírico: su dibujo es cada vez más expresivo, en su forma sui géneris de representar la realidad.

Por qué misterioso encadenamiento de confidencias mágicas, de revelaciones, de entendimientos secretos, habría de encontrarse en un artista caribeño –un dominicano- el más extraordinario exégeta gráfico de una obra emblemática y de alto valor estético. Según voluntad de su creador, debían arrojarse al lienzo, las interpretaciones más válidas del Caribe, espacio al que corresponde el pueblo dominicano. –Entonces, parece ser- el tiempo en que la gente de acá herede el patrimonio de allá y, por lo tanto, empiecen a contemplar e interpretar nuestra cultura en plano de universalidad. Me enorgullece presentarle al gran maestro del arte dominicano y latinoamericano Guillo Pérez, consustanciado en piezas de incomparable valor estético que en esta ocasión, llegan al público europeo a través de esta muestra “Mi nuevo renacer”.

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Recién llegada de Europa, a través de mi muy querida y admirada amiga Lucy Martínez, logro conocer al maestro del arte dominicano Guillo Pérez. Una tarde cualquiera nos reunimos en la entonces D´Guillermo Galería, en Acrópolis, para definir lo que sería la muestra de sus obras en Zurich, Suiza. En aquel momento no teníamos idea de que este encuentro sería el que definiría buena parte de nuestra carrera como crítico de arte, pues de la mano de la Sra. Amalia Linares, hoy viuda de Don Guillo, pude conocer las figuras principales del arte nacional y acercarme al especialista Abil Peralta Agüero que ha tenido la deferencia de orientarnos siempre que ha sido necesario.

A raíz de aquel encuentro, surgió además el texto: “El mundo poético de uno de los más grandes de los pintores dominicanos y latinoamericanos: Guillo Pérez” de nuestra autoría. Dicho escrito fue inspirado, fundamentalmente, por una obra en particular del maestro, intitulada “Mi nuevo renacer”, que más adelante se convirtió por sugerencia nuestra en el título de la exposición completa de Guillo Pérez presentada en Zurich, Suiza.

No quisiéramos dejar perder en el tiempo lo que escribimos en aquel momento, al referir que: “Una mañana, al despertar, el maestro, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama con ideas que le permitirían plasmar una obra que marca un antes y un después en su producción plástica. Habría que averiguar de dónde proviene esta frase, “Nuevo renacer”, tan reveladora para los hombres de su tiempo como para los de las generaciones contemporáneas”.

Pues con esto-, “Guillo Pérez ha iniciado su ontológica aventura con el lienzo y los colores, a lo largo de la cual se encuentra con una multitud de elementos que caracterizan la cultura y el sentir del pueblo dominicano. Un testigo par: su obra, en la que notamos por primera vez una satisfactoria transposición. Porque Pérez, desplegando todos los matices de su sensibilidad, ha trascendido lo hecho por otros artistas. Y, sin apartarse de los lineamientos de un arte suficientemente descriptivo, ha penetrado en los abismos de lo mágico-fantástico y alcanzado la arcana zona de los mitos. Continuará.

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