No hay cosa más fácil que rendirle homenaje a Duarte. Sólo hay que esperar el 26 de enero y/o el 27 de febrero; pensar en su bigote, su mirada triste, su congelada estatura de mármol; recordar las injusticias que sobre él se cometieron, su lejana muerte en el olvido, su inútil generosidad ante el primer tirano, su amor por la patria pateada, su condena implacable de los vendedores de la patria.
Para entonces ver su retrato en los diarios, escuchar las hipocresías patrioteras en voz de nuestros peores farsantes… ¡Y pa´l carajo, hasta el próximo año!