Relaciones domínico-haitianas: la propuesta de Rafael Toribio

Nada permanece tanto como el llanto VIIHemos ido acumulando corazones en nuestro corazón, palabras en nuestra voz quebrantada por…

Nada permanece tanto
como el llanto VII
Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón, palabras en nuestra voz quebrantada por azadones.
Hemos dejado huellas por todos los caminos y algunos de nosotros ya no estamos.
Hemos ido de manos con las sombras.
Nuestro andar es un grito estacionado.
Por cada paso, un día que transcurre.
Por cada palabra, mil palabras que vocifera la prole.

¿Qué será de nosotros después de esta larga travesía? Poco importan si el mármol o la piedra eternizan nuestro corazón de húmedo barro.

Nos basta con que nuestra voz perdure en la voz del amigo, en la del compañero de rutas que nos tendió la mano cuando se aproximaba la caída.
Hemos llenado muchos de los vacíos que nos legaran. A otros toca llenar los que nosotros dejamos.

Apenas tuvimos tiempo para remendar la herencia. ¿Qué corazón irá nuestro corazón a depositarse? ¿A qué silbido irá nuestro silbo a renovarse?
Nada sabemos, cumplimos una jornada que empezó antes que nosotros y que no concluirá con nosotros. Jacques…
Jacques Viu.

En un seminario que organizamos el Centro de Estudios Caribeños de la PUCMM y la Fundación F. Ebert titulado “Dos caras de la migración haitiana: la laboral y la estudiantil”, Rafael Toribio participó en el panel que trataba la migración de estudiantes haitianos universitarios. Hizo un planteamiento muy interesante que hoy acojo y hago mío en esta columna. Inicia su reflexión planteando que hay dos clases de estudiantes. Los del nivel preuniversitario (básica y media). En este caso, señalaba, ellos no vienen a estudiar, porque ya viven en el país. Ellos, plantea el conferencista, deben estar regulados de acuerdo al estatus migratorio del que hablaba hace unos días la Dirección de Migración y que se pretende realizar a través de Ministerio de Educación. En el caso de los estudiantes universitarios, la mayoría viene de Haití.

Advierte Rafael Toribio que la regulación del estatus migratorio que está exigiendo la Dirección de Migración se refiere, claro está, a los estudiantes haitianos que están estudiando en el país en estos dos niveles educativos (24,000 en el preuniversitario y 12,000 en el universitario), sin establecer diferencia, lo cual es un error.

Planteaba en su intervención, que la Ley General de Migración (285-04) ni el Reglamento recién promulgado, son claros en el establecimiento de la regulación. Se pregunta el panelista, Rafael Toribio, ¿quiénes “vienen” desde Haití a estudiar aquí? La respuesta es fácil: los que desean cursar una carrera universitaria. La inmensa mayoría de los que estudian en el nivel preuniversitario ya “viven” en el país, sea porque nacieron aquí o porque tienen muchos años de residencia en el país. Una parte de los que ya residen en el país cursa estudios en la universidad porque aquí terminaron su bachillerato. En su opinión, y en la mía también, la regulación contemplada en el Plan Nacional de Regulación debe aplicarse para estos dos grupos, siempre y cuando hayan ingresado de manera ilegal, o que sus padres residan de manera ilegal.

Asimismo, decía en su intervención, que en el caso del Reglamento de Aplicación de la Ley General de Migración (631-11), en su artículo 81 se establecen los requisitos exigidos para la permanencia de los estudiantes extranjeros no residentes en territorio nacional, serán los siguientes: “Todo extranjero admitido con fines de estudio regular durante períodos académicos en el país, estará provisto de la visa de estudiante… La permanencia máxima del estudiante extranjero en la República Dominicana es de un año prorrogable…”. Como puede observarse, planteaba Rafael Toribio, el contenido de este artículo da la sensación de que se refiere a los que “vienen” a estudiar al país en el nivel universitario. Los requisitos no parecen dirigidos a menores dependientes que demandan servicios educativos en el nivel básico y medio. En el artículo 83, párrafo III, se reafirma la percepción cuando se señala que los estudiantes deben presentar “boleto aéreo o marítimo de regreso”. Este planteamiento, afirmamos, Toribio y yo, es absurdo, porque no contempla la posibilidad del estudiante haitiano que utiliza la frontera terrestre.

La regulación de la Dirección General de Migración parece estar dirigida para los estudiantes que ya están cursando estudios en el país, sea en el nivel preuniversitario como en el universitario, sin hacer distinción entre los que hace poco que “llegaron” y de los que tienen años residiendo en el país. Y se pregunta Rafael: ¿Qué hacer con los que ya “están” sin haber cumplido en su momento con las exigencias de las disposiciones migratorias, o sus padres? ¿Se les obligará a cumplir los mismos requisitos de los que “vienen”?

Toribio destaca, y es el punto central de su exposición, que el país debe abocarse de forma urgente a definir una verdadera “Política de Estado” que facilite el ingreso y la permanencia de estudiantes universitarios haitianos a cursar su carrera profesional en el país.

¿Una utopía?, se pregunta. Es posible, se contesta. En sus palabras: Aspiro, porque creo que es tan necesaria como conveniente que se convierta en realidad una utopía, entendida ésta como “una verdad prematura” o lo “deseable y posible que se hace realidad cuando se superan las condiciones que lo impiden”. La utopía que propongo es ésta: 20 mil haitianos egresados de universidades dominicanas gracias a una política de Estado para facilitar que puedan hacerlo.

De asumirse esta política, Rafael reflexiona y vuelve a preguntarse: ¿Cómo serían las relaciones entre ambos países si la clase política, económica, social y cultural de ambos países compartieran las aulas universitarias durante su formación profesional?

Hacer realidad esta utopía, con todos los beneficios que esto supone, implica que, como país, debemos ofrecer a los que quieran venir a estudiar al país más facilidades, y no tantas dificultades. En su exposición criticó la decisión del Estado dominicano de construir una universidad en Haití. A su juicio, lo que debió hacerse era crear un fondo de becas para facilitar que los estudiantes hicieran aquí en nuestro país, su carrera universitaria.

Sostiene, y yo apoyo esta opinión, que actualmente lo que estamos haciendo es poner obstáculos, dificultades y todo tipo de cortapisas para que los haitianos no vengan a estudiar en nuestras universidades. Y los que están estudiando y los que logran terminar su carrera, producto del mar de peripecias que tuvieron que sortear y los maltratos recibidos, no sientan ningún agradecimiento por haber estudiado aquí.

Concluye Rafael, y lo cito de nuevo: Empecemos a hacer realidad la utopía haciendo que los que están estudiando ya aquí puedan regular su situación migratoria sin mayores dificultades y facilitarles también su permanencia hasta que terminen sus estudios. Elaboremos esa “Política de Estado” para facilitar que una masa crítica de profesionales haitianos se forme en nuestras universidades. Las relaciones entre ambos países serán entonces diferentes.

Ojalá que el nuevo Gobierno inicie esta política de Estado, tan urgente como necesaria. Que así sea. Gracias Rafael por prestarme tus ideas y palabras.

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