Un día como hoy la isla de Santo Domingo fue estremecida por un fuerte sismo, pero fue sólo cuando llegaron las primeras informaciones sobre los daños devastadores provocados en Haití, donde se registró el epicentro, cuando los dominicanos sufrieron el estremecimiento. Fue una verdadera conmoción nacional.
La tragedia, el dolor, la destrucción material, los daños increíbles que sufrían los haitianos los recibimos como un mazazo que despertó la solidaridad dominicana en todas las dimensiones, desde el poder público hasta el más sencillo poblador de este lado de la isla. Los dominicanos acudimos y de inmediato se tendieron puentes. La Defensa Civil fue la primera expresión de ayuda internacional en suelo haitiano y desde entonces la República Dominicana se convirtió en el centro de coordinación y operación de las primeras labores de rescate de una nación arrodillada por la naturaleza.
Pero hablamos de un país con graves falencias históricas, institucionales, de infraestructura y servicios. El terremoto lo condujo al peor estado. Había que actuar. La comunidad internacional reaccionó conmovida y desde entonces trabaja por su recuperación.
Los países más poderosos trazaron planes de emergencia y después de un largo proceso de discusión, acordaron un programa de asistencia y reconstrucción. Una reconstrucción que no sólo implicaba las infraestructuras, los servicios y viviendas, sino también el sentido de la gobernabilidad, también colapsado.
Las Naciones Unidas promovieron un compromiso global para el rescate de Haití con una inversión superior a los cinco mil millones de dólares. Dos mil 120 millones de dólares han sido desembolsados dos años después. Los haitianos trabajan para restaurar sus instituciones, tratan de mantener la gobernabilidad y avanzar, pero necesitan más apoyo.
En este aniversario del fatídico terremoto, los dominicanos los acompañamos en su dolor y en su recuperación. Hoy el gobierno dominicano inaugura una universidad en Haití. Este hecho merece otro comentario.
