¡Respetemos la propiedad pública! (2 de 2)

Hubo épocas en que a lo largo del recorrido desde la salida de la ciudad hacia el aeropuerto Las Américas, existían unos pedestales de cemento a los que estaban adheridos los escudos de las naciones que conforman el continente, emblemas éstos…

Hubo épocas en que a lo largo del recorrido desde la salida de la ciudad hacia el aeropuerto Las Américas, existían unos pedestales de cemento a los que estaban adheridos los escudos de las naciones que conforman el continente, emblemas éstos que le daban sentido al nombre de la vía y al propio aeropuerto internacional. De pronto comenzaron a desaparecer hasta que no quedó ninguno. Igual está ocurriendo con otros colocados a la entrada de la terminal.

¿Qué hacen los autores de estos robos con tales objetos sin más valor que el material del que están hechos? Alguien se los compra y seguramente paga una migaja por ellos. Esta práctica es alentada sin duda por empresas que utilizan estos materiales como insumos. No hay otra explicación. Y son éstas, por lo regular, la que disponen de mejor información con respecto a la ubicación de estas placas, alcantarillas y ojos de bueyes. ¿Quién más pudiera estar interesado en adquirir estos objetos? Como hay en el negocio empresas de ganada respetabilidad, deberían ser éstas las más interesadas en establecer una distancia de práctica tan perniciosa y aberrante, que no sólo las afecta sino también a una infinidad de compañías que han colocado letreros con sus nombres con este tipo de material, usualmente de bronce.

El deterioro moral en nuestro país ha alcanzado niveles tan degradantes, que muchos ciudadanos no están prestando la importancia debida a cuestiones de este tipo. Y desde su muy peculiar percepción de los problemas nacionales no dejan de tener razón. En medio de tanto latrocinio e impunidad pudiera ser irrelevante ocuparse de cosas tan pequeñas, podrían llegar a pensar, pasando por alto el hecho de que el respeto y la observación de las reglas que no conllevan grandes sanciones, es el principio por donde la democracia se afianza y cobran vigencia los derechos de los ciudadanos a vivir en paz y sin temor.

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