La reunión Medina-Mejía

El presidente Medina, parco como siempre, prefiere el lenguaje de los símbolos. Su reunión en el Palacio con el expresidente Mejía y otros dirigentes del PRD, envía una señal muy clara.

El presidente Medina, parco como siempre, prefiere el lenguaje de los símbolos. Su reunión en el Palacio con el expresidente Mejía y otros dirigentes del PRD, envía una señal muy clara. Debido a los antecedentes y la evidente superioridad de su visitante frente a su contrario en la agria disputa intestina en el todavía principal partido de oposición, su reunión con quien ha sido su rival en dos elecciones presidenciales, indica sus preferencias. Tal vez Medina entienda necesario, para cubrir las formas, reunirse también con el señor Vargas Maldonado, presidente de la otra facción del perredeísmo, pero es obvio que se siente más cómodo teniendo a Mejía como interlocutor.

De ser así no se trataría de un capricho y ni siquiera una forma de distanciarse de su antecesor, lo que sin duda molestaría a muchos de sus funcionarios, más leales al presidente del PLD, porque el mandatario se guía en la toma de decisiones por lo que le dicen las encuestas, y se sabe que Mejía aventaja a su adversario.

El gobierno tiene por delante muchos retos y estos traen consigo serias dificultades. Los reclamos de carácter social impondrán al Presidente la necesidad de encontrar en la oposición un interlocutor válido para los momentos difíciles.

El empeoramiento de la crisis en el PRD podría hacerle la tarea más pesada, añadiendo otro ingrediente al cúmulo de presiones ya presentes en el ambiente político nacional, con tendencia a seguir creciendo.

Medina tiene un freno constitucional que le impide permanecer en el cargo más allá del periodo para el cual fue electo, pero el expresidente Fernández, quien lidera el PLD, no tiene esa limitación y es un secreto a voces que aspira a ser de nuevo candidato. Si bien la conciliación de intereses actúa allí como un método de supervivencia, nadie quita que una lucha eventual por el poder desate demonios ocultos, en cuyo caso el PRD haría de contrapeso.

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