Revisión crítica de la rendición

El discurso del presidente Medina del pasado sábado fue todo lo que se podía esperar de una rendición de cuentas de un presidente que está por concluir su ejercicio por el período para el cual fue electo, y que al mismo tiempo está compitiendo&#8230

El discurso del presidente Medina del pasado sábado fue todo lo que se podía esperar de una rendición de cuentas de un presidente que está por concluir su ejercicio por el período para el cual fue electo, y que al mismo tiempo está compitiendo para ser reelecto. Procuró dar cuenta de los cuatro años de gestión, haciendo que el discurso fuese muy largo, y por lo tanto inevitablemente pesado, aunque al final pudo recuperar la energía con la emotiva referencia a la sentencia del caso de Bahía de Las Águilas. Pero además, al estar en campaña, fue muy evidente el manejo para beneficio electoral, tanto en el nivel de atención como en el tratamiento que le dio a varios temas de política pública.
Aunque el Presidente trató un total de 14 temas, abordaré sólo siete. A cuatro de ellos le pudo sacar provecho, explotando lo positivo e ignorando lo negativo, pero en otros tres en los que la gestión fracasó, el abordaje fue parcial y sesgado. Ambos tratamientos son entendibles pero no deben soslayarse si lo que se quiere es ejercer una ciudadanía crítica que exija cada vez más a quienes toman decisiones.

El tema de crecimiento económico y el empleo encabeza la lista de los positivos. Reclamó éxito en esta materia y hay algo de verdad en ello. El gasto público ha contribuido a apuntalar el crecimiento. También la estabilidad de precios genera certidumbre y fomenta la inversión de largo plazo. Pero al mismo tiempo ambas políticas continúan acrecentando la deuda pública total, y acumulando factores de crisis. Además, la extrema estabilidad de precios y de la tasa de cambio se ha hecho a costa de mantener una alta tasa de interés real, lo que ha contribuido a que el crecimiento genere poco empleo.

Y esto lleva al segundo punto: la creación de 400 mil empleos en cuatro años. Resulta que ese es precisamente el número de empleos que es necesario crear para que nada cambie, para que la tasa de desempleo no se reduzca. En la medida en que cada año algo más de 110 mil nuevas personas entran al mercado de trabajo, si se crean sólo 100 mil empleos por año, aunque el número total de personas empleadas crezca, también lo hace el número de personas desempleadas, dejando casi intacta la proporción que no encuentra trabajo. Se trata de una promesa y un objetivo que resuenan mucho, pero sólo en los titulares y poco en la vida del ciudadano promedio.

Un segundo tema fue el de la atención al campo y a la pequeña agricultura, un acierto de política por parte del Presidente y de su gobierno después de décadas de negligencia y abandono. Pero después de uno o dos años de experimentos, hay que exigirle mucho más que visitas sorpresa y apoyos puntuales. Hace tiempo que la pequeña producción merece un programa institucionalizado, robusto e integral de fomento para el cambio tecnológico y el acceso ventajoso a los mercados. La falta de eso hace que la iniciativa de Medina probablemente termine teniendo impactos limitados en la economía rural en su conjunto.
Un tercer tema fue el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, otra iniciativa innovadora en el país que merece reconocimiento y aliento. El problema que se advierte es que parece haber puesto demasiado énfasis en el crédito y menos en otras áreas críticas como la del escalamiento tecnológico y las capacidades gerenciales. Pero, además, es una iniciativa sectorial. Todavía esperamos el liderazgo del Estado para definir y darle impulso a una nueva política de desarrollo productivo para la industria en sentido amplio y los servicios de valor agregado. Seguimos estancados en el modelo de los noventa que pone todo el énfasis en exenciones tributarias, salarios bajos y recursos naturales baratos para lograr competitividad. Ese no es el camino hacia la competitividad genuina y los empleos decentes.

Un cuarto tema fue el de la educación. Se ha avanzado en la ampliación del modelo de tanda extendida y han mejorado los salarios de los docentes, que eran vergonzosamente bajos e insostenibles. Pero en lo fundamental, la administración se ha quedado en la construcción de aulas. Las acciones concretas para mejorar la calidad, principal reto del sistema, no tienen el vigor necesario. Cuatro años han sido suficiente tiempo, si no para ver resultados, por lo menos para ver acciones concretas y compromisos inobjetables.

Mientras tanto, hay tres áreas donde se perciben fracasos claros. Primero, el sector eléctrico: la situación estructural es esencialmente la misma que hace cuatro años, y las plantas están lejos de ser solución alguna al déficit. Ni hablar de la grosera falta de transparencia de ese proyecto. Segundo, la salud: lo único que puede exhibir es la ampliación de la cobertura del régimen subsidiado de la seguridad social. Tercero, la seguridad pública continúa siendo un desastre y la reforma de la policía se quedó en la gatera. En el mejor de los casos, faltó valentía.

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