Río + 20, el futuro que queremos

Existe un contraste paradigmático (por lo idealista) y al mismo tiempo quizás hasta impreciso en la concepción de que, en un mundo…

Existe un contraste paradigmático (por lo idealista) y al mismo tiempo quizás hasta impreciso en la concepción de que, en un mundo dirigido por el modelo económico capitalista, puedan reducirse los niveles de pobreza y consecuentemente se reduzcan los altos estándares existentes de energía contaminante, mientras para ello se hace un uso más sostenible y adecuado de los recursos naturales.

Y es que la base primigenia en las relaciones capitalistas están hoy por hoy basadas en el uso  indiscriminado e irresponsable de los recursos naturales sin importar que para ello se creen niveles exorbitantes de energía sucia o que el entorno, que nuestra generación le debemos a nuestros nietos y bisnietos, sea progresivamente depredado y llevado hasta niveles de descalabro alarmante.

Mientras usted lee estas reflexiones, en Rio de Janeiro, Brasil y específicamente en los pasillos del adoquinado complejo que sirve de escenario para las negociaciones previas a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible o “RIO +20”, abreviada así en alusión al 20 aniversario de la Cumbre de la Tierra de Río de 1992, el nerviosismo crece pues las delegaciones, con Corea del Sur y Barbados como Co-presidentes de las mesas, solo tienen hasta el día de hoy para consensuar un documento preliminar que en un inicio estaba contenido en más de 4,000 páginas con sugerencias de todas los países y de algunas ONG con rango consultivo.

Esta conferencia que verá reunidos allí a más de 100 jefes de Estado hasta el día 22 de este mes y cuyas negociaciones preliminares, aunque iniciaron hace poco más de dos años, se llevan a cabo de manera conclusiva desde el pasado día 10, es la mayor conferencia de la ONU realizada en toda su historia con más de 50,000 participantes entre negociadores, diplomáticos, empresarios, científicos, jefes de Estado y miembros de la sociedad civil.

Ya en la víspera, el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, ha dicho: “Ese acontecimiento nos exigirá una visión clara: una economía verde sostenible que proteja la salud del medio ambiente y que simultáneamente apoye la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio mediante el crecimiento del ingreso, el trabajo digno y la erradicación de la pobreza”. De manera que los países de la ONU se reúnen en esta “Gran Cumbre” a desarrollar dos temas fundamentales: 1ro. Crear una economía verde en el contexto del desarrollo sustentable que permita la erradicación de la pobreza; y, 2do. Como erigir el marco institucional que garantice y preserve ese desarrollo sustentable.

En lo que tiene que ver con el segundo punto ya se ha hablado de la creación de un fondo de 30,000 millones de dólares para financiar acciones económicas sustentables que no destruyan el medio ambiente como una iniciativa del G77+China, aunque ahora deben abocarse a discutir la manera como se llevará a cabo esa indexación compromisaria e individual para que estos países cumplan con esa  promesa, además del tema técnico de las colocaciones financieras derivadas de este fondo. Por lo general, sin ser muy pesimistas, esas iniciativas que envuelven, como en este caso, a 130 países, no avanzan mas allá de los discursos retóricos y los enormes fajos de papeles, mas cuando entre los proponentes se encuentra uno o quizás el mayor país contaminador del planeta.

Ahora bien, si en ese punto existen reservas lógicas, el primero es sin lugar a dudas y si se hace el desglose semántico de lugar, un completo rompecabezas que aun, cuando muestra la noble intención del Secretario General, no deja de preocupar a los países en vías de desarrollo y a la sociedad civil reunida en la Cumbre de los Pueblos que se desarrolla paralelamente a las negociaciones oficiales en Rio de Janeiro.

La intención de crear una economía verde (algunos países la están llamando “proteccionismo verde”) con la que se erradique la pobreza, se incremente el ingreso y que al mismo tiempo (paradójicamente) se proteja la salud del medio ambiente ha generado suspicacia en distintos sectores que afirman que podría salir de esta conferencia la patente de corso para que los países ricos transfieran injustamente la carga de las obligaciones ambientales hacia los países de menores recursos, protegiendo así sus intereses industriales.

Podría darse el caso además de que, como afirma Ignacio Ramonet, esa “economía verde” cree, para la inversión privada, un mercado del agua, del medio ambiente, de los océanos, de la biodiversidad, etc. Asignando precio a cada elemento del medio ambiente, con el objetivo de garantizar las ganancias de los inversores privados. Al parecer capitalismo y salud medioambiental son dos polos opuestos y más bien el primero se beneficia de la precariedad de iniciativas legales e incluyentes que protejan al segundo, asi como de las necesidades de los países pobres de tranzar sus recursos naturales a cambio de algunos “programas” de saneamiento ambiental.

De aquí se desprendería también que el lema “El futuro que queremos” sea en verdad un futuro cortoplacista e interesado de los que crean modelos y tendencias económicas “auto-satisfactorias”,  y que al final no esté en sintonía con lo que necesite la tierra, ni las futuras generaciones, ni mucho menos usted y yo.

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