El río amarillo II

Hace pocos años sobre educación pública dije: “… el río amarillo nos cubrió por doquier, regando con desbordante alegría los corazones dominicanos en triunfo de todos, principalmente del ciudadano presidente durante cuyo primer gobierno…

Hace pocos años sobre educación pública dije: “… el río amarillo nos cubrió por doquier, regando con desbordante alegría los corazones dominicanos en triunfo de todos, principalmente del ciudadano presidente durante cuyo primer gobierno se legisló sobre el 4 por ciento del PIB a Educación.”, una pieza legislativa que ni repudió ni cumplió, en desconsideración de las luchas de Juan Bosch para meter al gobierno en su propia legalidad: una falta de respeto compartida por gobernantes de partidos obras suyas, cuya memoria mejor habría servido el presidente cumpliendo la ley que él mismo promulgó como gobernante.
El presidente dominicano del período vigente, durante la campaña electoral, prometió consignar en el presupuesto de la nación los fondos que manda la Ley. Y lo ha hecho, lo que lo hace merecedor de reconocimiento por todos los dominicanos. Sin embargo, ese simple hecho no es suficiente para generar cambios en la educación, porque la cuantía de la inversión, del cuatro por ciento del PIB sigue siendo insuficiente, porque no se aprende solo con fondos de inversión.

La principal inversión en educación, la más efectiva y la única que es capaz de cambiar los horribles resultados que hemos recibido sobre la competencia de nuestros estudiantes, es la que dota al sistema educativo de maestros que sin procurar que los llamen profesores, se ocupen ellos y el Ministerio de Educación, de eliminar sus fallas como guías y formadores de juventudes.  El cuatro por ciento del PIB no puede dotar al sistema de educación pública de bibliotecas, maestros bien pagados, laboratorios de todos los tipos, centros de comunicación electrónica, planes de estudios para estudiantes de tiempo completo, en vez de la maligna dedicación tradicional de medio tiempo. La piedra fundamental de la educación está en casa, en hogares de valores éticos firmes que leguen al niño guías correctas de actuación moralista; sin embargo, estamos dejando conductas de irresponsabilidad evidente, como peticiones de manutención, vivienda y comodidades que por su condición de padres de familia exigen los invasores de terrenos, los migrantes rurales y otras alimañas parasitarias de nuestra sociedad, que incluyen a negociantes de la damnificación, sindicalistas que no lo son, y una lumpen de pseudo intelectuales políticos mercenarios.
Termino repitiendo: “Podemos empezar por examinar el perfil del estudiante de hoy que ha sido conformado entre otras cosas por la aparición en nuestra sociedad de grupos de referencia que exhiben con orgullo sus carencias de valores éticos, que muestran al estudiante la futilidad de su esfuerzo por hacer carreras profesionales para vivir de ellas con sus familias”.

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