Roque Dalton: Oficio de poeta (2)

Como especie de complemento de todo lo anterior, se destaca en la obra de Roque Dalton la existencia de un fermento corrosivo compuesto por una mezcla agridulce de ironía y cinismo, humor negro que nunca le abandona y que penetra e invade todos los&#8230

Como especie de complemento de todo lo anterior, se destaca en la obra de Roque Dalton la existencia de un fermento corrosivo compuesto por una mezcla agridulce de ironía y cinismo, humor negro que nunca le abandona y que penetra e invade todos los niveles poéticos. Esto es, mezcla sabiamente equilibrada que determina químicamente el sustrato de su poética: poética de la ironía y del cinismo que se  constituye en vehículo idóneo para expresar su erotismo, su carga de soledad y angustia, sus dudas, sus crisis ideológicas, su confianza en un futuro y hasta sus coqueterías teosofales. Y en fin su intenso drama personal.

Completando el cuadro -e indicativo de una toma de conciencia global (interdisciplinaria) de los nexos vitales de la época- concurren en el mismo sentido reiteradas  alusiones culturales que van desde Poe a Cortazar y a Eliot, pasando por Mandrake el Mago y Anita la Huerfanita, sin olvidar al inefable Quevedo y Alfonsina Storni, pero también Lorca, Lope de Vega y Napoleón y etc.
La gran poesía de Roque Dalton se sostiene, pues, sobre un eje básico de ironía y  cinismo en el cual confluyen las demás coordenadas de su arte, formando -por decirlo así- una especie de rueda perfectamente balanceada (o casi perfectamente balanceada), capaz de desplazarse con éxito por los caminos más accidentados o servirle de tabla de salvación en los mares más embravecidos.

A la manera de Vallejo, Roque Dalton supera el trauma escolástico de la tradición poética latinoamericana vacunándose contra lugares comunes y por vía de un experimentalismo siempre mantenido a freno y al servicio de la inteligencia. No sorprende, por lo tanto, que Roque Dalton se exprese con imágenes deslumbrantes de tipo surrealista e impresionista y también -o sobre todo- en forma epigramática, como apunta Roberto Armijo en su artículo “Poemas para una sociedad en crisis”. No en vano fue Roque Dalton buscador implacable de giros verbales inéditos y expresiones fuera de serie que estallan a cada momento fuera de su contexto habitual, golpeándonos, por
su gran fuerza, en lo profundo de la conciencia. Giros y expresiones que dan testimonio de verdaderos hallazgos y logros poéticos personales, y que ponen al descubierto las raíces profundas del estilo explosivo de Roque Dalton, tan característico, en el fondo, del terrorista en potencia que subyace en todo escritor revolucionario.

2- La confirmación de los anteriores postulados debe pasar, naturalmente, por la prueba del texto. Y en este sentido es revelador que ya los poemas de  “La ventana el rostro” y “El turno del ofendido” nos informen de un contenido de intenso erotismo que -como el caso del poema “Desnuda”-corre parejo con la bondad y la ternura, manifiestas en una voluntad total de entrega y en la identificación de los propios límites o fronteras corporales con los de la persona amada:

Amo tu desnudez / porque desnuda me bebes con los poros, / como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo. / Tu desnudez derriba con su calor los límites, / me abre todas las puertas para que te adivine, / me toma de la mano como un niño perdido / que en ti deja quietas su edad y sus preguntas. / Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo /pasa a ser mi universo, el credo que me nutre; / la aromática lámpara que alzo estando ciego / cuando junto a la sombra los deseos me ladran. / Cuando te me desnudas con los ojos cerrados / cabes en una copa vecina de mi lengua, / cabes entre mis manos como el pan necesario, / cabes bajo mi cuerpo mas cabal que su sombra. / El día en que te mueras te enterraré desnuda / para que limpio sea tu reparto en la tierra, / para poder besarte la piel en los caminos, / trenzarte en cada río los cabellos dispersos. / El día en que te mueras te enterraré desnuda, / como cuando naciste de nuevo entre mis piernas. (“El turno del ofendido”)
Sumamente ilustrativo, por otra parte, y en relación a su carga de soledad y angustia, es el “Poema jubiloso”, que ya a partir del título se anuncia como pura ironía y paradoja. El desgarramiento interior del poeta es aquí la contrapartida necesaria del desgarramiento nacional de un pueblo martirizado (El Salvador). Y lo curioso del caso es que la laceración del artista se hace más evidente (entre líneas) en aquellos pasajes en que la dosis de humor desangelado se hace más recia y sostenida: En mi patria hecha para probar catapultas y trampas / vive esa suerte de mujer que amo ./ Ah como brota de la mañana tímida mi mujer / herida en su niñez por el mar menos pensado / por el mar platicador y soberbio que no depone su esperanza / contra ciertas virginidades caóticas. / Ah como surge mi mujer que conserva en un saquito / el corazón y una vértebra de sus padres moribundos / ah como luce mi mujer de poros voraces donde darse cita / en ciertas tardes incendiadas por los flamboyanes del tedio / ah como vive mi mujer guerrera y acechada / poblada de húmedas culebras / que alivian a las grandes bestias polvorientas / ah como compromete mi mujer que vive sin avisarme / que se gana el pan con el rubor de la gente / directora de grandes llamas esclava / de maestros enclenques que huyeron desesperados / al conocer la preñez de mi madre. / Mi mujer es la más gloriosa retórica de esta patria / donde no morirá jamás Balzac o Copérnico / ni los comunistas estrangulados ostentarán sus descomposiciones / en los escaparates por el incendio del Reichstag / mi mujer es la conversación de los peces bajo la luna / el fervor de quien pintó las manchas del leopardo / los sabores del pan armado de pregones / la prohibición de una nueva ley / contra los crepúsculos.
(“Doradas cenizas del Fenix”)

En el mismo orden de ideas, si bien en un plano más personal, “individualista”, es igualmente significativo (y premonitorio) el hermoso poema “Alta hora de la
noche”:  Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre “porque se detendría la muerte y el reposo. / Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, / sería el tenue faro / buscado por mi niebla. / Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. / Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta. / No dejes que tus labios hallen mis once letras. / Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio. / No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto: / desde la oscura tierra vendría  por tu voz. No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre / Cuando sepas que he muerto no pronuncies ni nombre. (“El turno del ofendido”).

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