San Valentín, el caso de Venezuela

El día de ayer, 14 de febrero, fecha en la que muchos países celebran el día de San Valentín, encuentra a Venezuela en un estado de divorcio entre sus actores sociales, políticos, sectores económicos, estudiantiles, consumidores, medios de comunicac

El día de ayer, 14 de febrero, fecha en la que muchos países celebran el día de San Valentín, encuentra a Venezuela en un estado de divorcio entre sus actores sociales, políticos, sectores económicos, estudiantiles, consumidores, medios de comunicación y gobierno. Puede que haya otras situaciones de ruptura entre otros segmentos sociales, sin embargo, enumerar solo estos nos da una idea de la profunda crisis que vive ese gran país.

Hace unos días escuché a un destacado comentarista radial decir que Venezuela es el gran “laboratorio de conspiración” de la derecha internacional en el continente. Para ser justos, pienso que no hay que estar en desacuerdo con esta tesis de manera total, pues la conspiración –aun con otros nombres- nunca como en estos tiempos estuvo más presente en el ejercicio político moderno.

Sin embargo, la situación política imperante en ese país posterior a la desaparición física de su líder Hugo Chávez, presuponía que, aun cuando no fuese exactamente la célebre sede de ese “laboratorio”, no se harían esperar eventos nefastos como los que han ocurrido en los últimos días.

Si vamos a la génesis del gobierno del presidente Maduro podríamos entender de forma más clara la razón por la que en Venezuela, la crisis cuasi generalizada en muchos sectores, es pan de cada día.

En principio, recuerden ustedes amables lectores, los cuestionamientos que, a raíz de la ausencia de Chávez para llevar a cabo su proceso de tratamiento al cáncer en Cuba, se suscitaron por la interpretación que desde el Gobierno se le daba a la Constitución y a los aspectos jurídicos que avalarían la presencia de Maduro en la dirección del poder ejecutivo más allá de lo que la oposición y otros sectores sociales entendían estaba facultado legalmente.

Posteriormente, Chávez lo elige como su “sucesor” y, a partir de ahí comienza realmente el verdadero reto de Maduro frente a su “encomienda” de llevar adelante el chavismo en Venezuela. Su primer y más grande reto nunca ha sido la derecha venezolana como podríamos pensar, sino que su principal escollo lo ha representado siempre el liderazgo del propio Chávez, pues es la sombra de su aura el parámetro con el que se le mide y compara constantemente.

Evidentemente, su primera derrota la sufrió el día en el que ganó las elecciones. Esto así porque habían transcurrido solo unos meses de que el entonces presidente Hugo Chávez ganara las elecciones presidenciales de octubre del 2012 con un 10% por encima del opositor Capriles Radonski, sin embargo, Maduro solo logró una diferencia de 1.56%, lo que da una idea de la polarización total con la oposición. En pocas palabras, casi un 50% de los electores votó en contra y gran 9% de los que votaron por Chávez no lo hicieron por Maduro.

De manera que, ese “laboratorio”, a raíz de esa realidad, está presente día a día en las calles, en las familias, en las iglesias, en las empresas, en el transporte público, en fin, en todos los lugares en donde se reúnan dos personas es de suponerse que uno está a favor del Gobierno y el otro, muy posiblemente, en contra.

En esta realidad, en la que incluso se ha llegado a poner en tela de juicio la legitimidad del Gobierno, están presentes obviamente las acciones irresponsables de la oposición y las reacciones poco prudentes de un gobierno que se aleja cada día mas de los mecanismos de diálogo y prefiere decantarse por métodos poco ortodoxos de manejo de crisis, aun cuando en el plano internacional quiere dar muestras de madurez para participar en diálogos y solución de conflictos entre terceros.

Venezuela es un país que se acostumbró a Chávez. País que en su mayoría, principalmente aquellos sectores más desposeídos, para bien o para mal, fueron acostumbrados al manejo del poder desde alguna óptica, ya sea comunitaria, desde entramados sociales o mecanismos meramente estratégicos del denominado socialismo del siglo XXI, por lo que, entre estos y los que están en la otra orilla, aquellos que fueron golpeados por el gobierno chavista, se ha erigido un muro de proporciones abismales que dificulta cualquier tipo de avenencia y entendimiento auténtico, pues sus intereses viajan en direccione
s opuestas.

En este escenario se hace necesario entonces el concurso racional de los sectores de liderazgo nacional y, quizás de los países amigos del chavismo, para evitar que se produzcan eventos que enluten a Venezuela y propicien la ocurrencia de conflictos irreconciliables.

Para esto, la derecha debería manejarse con más cautela y con más amor por su país y el Gobierno tendría que evitar cometer errores que hasta ahora han estado a la orden del día. l

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