Sendero peligroso

Caminamos por sendero de ortigas, punzantes espinas, erradas premisas sobre el otro; menosprecio, rechazo y odio, aunque somos desde antes que dueños de país, la nación caribeña de mejor paz étnica, mejor que Haití que olvidó recuerdos de solidarid

Caminamos por sendero de ortigas, punzantes espinas, erradas premisas sobre el otro; menosprecio, rechazo y odio, aunque somos desde antes que dueños de país, la nación caribeña de mejor paz étnica, mejor que Haití que olvidó recuerdos de solidaridad. Somos orgullosas naciones mulatas, con siglos de lucha libertaria. Somos la isla más trascendental del planeta, dueña de las más importantes primacías americanas sobre los derechos humanos.

Es única isla en resolver las contradicciones del esclavismo e imperialismo, pioneras sus naciones en promover tanto los derechos humanos, como la libertad, que rechaza el etnocentrismo, que tiene una historia de lucha por soberanías que nada envidia la hombría de ninguna nación. Pero esta isla tiene que aprender a vivir en paz y respetar al otro.

Esta isla produjo también la más increíble epopeya militar, cuando Haití se independizó del principal poder militar de la Tierra y emancipó a sus vejados hijos solo para verlos rechazados por el racismo xenofóbico, y más luego cuando los dominicanos, sus otros hijos, asumieron su deber patrio nutriéndose del hambre y la adversidad, de su orgullo y su valor personal, para vencer también a formidables enemigos imperiales.

Cuatro años después de la independencia de Haití, con su ayuda económica y de armamentos a las incipientes burguesías cibaeña y sureña, los dominicanos sacaron del país a los remanentes del ejército que venció Haití, epopeya que no los liberó porque Sánchez Ramírez entregó nuestro territorio a la reocupación colonial de una España que ni siquiera nos deseaba. Del imperio español tuvimos que volver a sacudirnos porque otro hatero traidor, Pedro Santana, anexó la República Dominicana a España.

República Dominicana y Haití comparten desde siempre enemigos comunes, aunque la propaganda que más se oye habla solo a uno de los dos, para que ninguno escuche al otro, con el fin de que sus publicistas, sus ONGs, y su asociados, logren mantener diferencias entre las dos naciones y para imponer a ambas soluciones respecto de las bondades de la absorción de la una por la otra, cuando ninguno de los dos pueblos desea que el otro se lo trague.

Parece inexorable la integración político-económica de la isla, cada cual conservando su carácter nacional, idioma y legislación, a través de acuerdos políticos federativos y económicos de integración, con gobierno supranacional supeditado a las legislaturas.

Aliados de Haití han sido nuestra principales figuras de la historia, desde antes de la existencia de las repúblicas. Haití no tiene mejor amigo que la República Dominicana.

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