Siervas de María en Santiago

INTRODUCCIÓNHe pedido a las Congregaciones Religiosas y otros Institutos de Vida Consagrada, presentes en Santiago y la República Dominicana, que me envíen datos, porque quiero difundir ampliamente sus carismas, misión…

INTRODUCCIÓN

He pedido a las Congregaciones Religiosas y otros Institutos de Vida Consagrada, presentes en Santiago y la República Dominicana, que me envíen datos, porque quiero difundir ampliamente sus carismas, misión y espiritualidad en la presente columna. Me parece que los aportes que nos dan estas mujeres y hombres, consagrados al servicio de necesitados y necesidades en el país no tiene precio. Muchas de sus obras deberían llevarlas Ministerios del Estado. Pero ahí están ellos y ellas para resolver y dar sus aportes, tantas veces en el silencio y en la precariedad, pero con dedicación y un inmenso respeto y amor por su dignidad de seres humanos.

Las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, han respondido a mi requerimiento, con los datos que copio a continuación.

1. LOS ORÍGENES
“Han transcurrido 57 años de presencia de las Siervas de María en Santiago de los Caballeros y nos proponemos hacer una reseña desde su llegada. Pero, antes de resumir la historia de la fundación conviene recorrer brevemente la historia de la fundación de las Siervas de María en la Iglesia. Nos remontamos a mediados del siglo XIX. Nuestro Instituto nació en Madrid, España, de forma muy sencilla, como son las cosas de Dios… Un buen sacerdote, Padre Miguel Martínez y Sanz, párroco del barrio de Chamberí, en una charla vespertina con algunos amigos se enteró de una situación penosa que tenía otro amigo en su hogar. Su hija enferma en cama carecía de los cuidados necesarios por no poder conseguir que las religiosas del hospital fueran a su hogar a prestarle los servicios, pues no les permitían sus constituciones. Este simple comentario sirvió para que el celoso sacerdote se diera cuenta que aun existía en la Iglesia un campo de la caridad que no había sido cubierto hasta entonces. Ciertamente que, inspirado por el Espíritu Santo, aquella idea no lo dejó descansar y se dio a la tarea de formar un grupo de mujeres piadosas que prestaran el servicio de cuidado a los enfermos en sus domicilios. Era esta una novedad que resultaba extravagante en aquella época y al exponerla a su Obispo no le dio cabida, sino que le daba largas para que desistiera. No obstante, Padre Miguel continuó en su propósito y después de muchos intentos consiguió el permiso tan deseado de su Señor Obispo.

2. LAS DIFICULTADES DE LOS INICIOS
Para comenzar quería siete fundadoras como fueron siete los que comenzaron la obra de los Servitas y se llamarían de forma semejante, Siervas de María Ministras de los Enfermos. Pronto pudo reunir a seis mujeres, la mayoría de alta sociedad, que se ofrecieron para empresa tan digna de elogio. Le faltaba solo una y fue aquí donde la providencia divina le mostró a Manuela Torres Acosta, conocida en el barrio como Manolita. Esta se encontraba esperando cabida en el convento de las Madres Dominicas, pero al enterarse de la nueva empresa se sintió llamada y fue a presentarse a Padre Miguel. No fue de mucho agrado para el buen sacerdote aquella joven humilde y poca cosa, según los cálculos humanos, pero como quería el número de siete y ya se acercaba la fecha de querer iniciar la comunidad, la admitió en último lugar.

Comenzó la obra el 15 de agosto de 1851. No obstante, las cosas no fueron tan fáciles como creía el Padre Miguel, sino que los problemas surgieron uno tras otro, casi todas las fundadoras comenzaron a salir y, para sorpresa de todos, la más débil y joven fue la piedra angular sobre la que se edificó la congregación. El mismo Padre Miguel abandona el proyecto y es Manolita, que en religión tomó el nombre de Soledad, la que con grandes sacrificios y apoyada por los Padres Agustinos Recoletos, saca a flote la congregación que fue creciendo en número y obras por toda España.

3. FUNDACIÓN DE CASAS
El celo de Madre Soledad y su fe grande en la Divina Providencia la lleva a fundar casas en donde la necesidad la llamaba. Este mismo celo llegó a tierras antillanas, siendo Cuba el primer destino de las Siervas de María en ultramar en 1883 y después Puerto Rico en 1887.

El 2 de julio de 1953 fue la fundación de Santo Domingo, entonces Ciudad Trujillo, República Dominicana y surgió enseguida el deseo de tener otra comunidad cercana, una segunda casa en la isla, deseo que brotó casi contemporáneamente y hasta se propuso la ciudad que podría acoger la segunda fundación fijándose en Santiago de los Caballeros. La imaginación ya sabemos que corre, pero había que esperar los planes de Dios.

4. FUNDACIÓN DE LA CASA DE SANTIAGO
Algún año después, la entonces Madre General, Cándida Erroz, dio el permiso tan deseado. Sin pérdida de tiempo comenzaron a buscar casa hasta dar con alguna que reuniera las condiciones necesarias para albergar a la nueva comunidad y se decidieron por una que se hallaba a la periferia de la ciudad, en el barrio llamado Bella Vista.

El día 24 de marzo de 1957 llegaron las fundadoras a Santiago y el 25 de marzo, fiesta de la Anunciación del año 1957, se celebraba la primera Misa en la capilla de la casa, siendo el celebrante Monseñor Hugo Eduardo Polanco, obispo de la diócesis, quien las animó con sus cálidas palabras a seguir fieles a la vida de renuncia y sacrificio en pro de la gloria de Dios y salvación de las almas. Las Hermanas destinadas a formar la nueva Comunidad fueron seis, cuatro españolas y dos puertorriqueñas. Hoy damos gracias a Dios por el pueblo español y puertorriqueño, a las madres y padres de estas Hermanas, que nos dieron sus hijas para servir y cuidar a nuestros enfermos. Esa es una contribución que estos pueblos han hecho a nuestra salud, a nuestra cultura, a nuestra civilización y sobre todo a nuestra evangelización. Agradecemos ese valor, ese celo espiritual, ese coraje y valor de atreverse a cruzar el mar y llegar hasta nosotros.

5. CASA ACTUAL
Al ser esta primera casa una provisional, las Hermanas debieron cambiar más de una vez de vivienda, hasta que pudieron construir la nueva en un terreno donado por un bienhechor y esta es la casa donde actualmente vivimos, en la Avenida Argentina esquina Las Carreras núm. 1, frente al Monumento.
Pronto la fundación se consolidó y, a pesar de las dificultades que tuvieron que afrontar al principio, la comunidad siguió brindando sus servicios de caridad con esmero y generosidad. Los ministerios fueron bien acogidos y hoy día continuamos nuestra misión, la labor apostólica que llevan nuestra Hermanas es muy eficiente y solicitada.

6. VOCACIONES NATIVAS
Nos preguntamos cuál fue el testimonio de entrega y servicio de las Hermanas que vinieron a dar su vida en esta ciudad de Santiago, cuando al cabo del tiempo comenzaron las jóvenes nativas a engrosar las filas de esta congregación con un particular carisma del cuidado a los enfermos. Gracias a Dios, la confianza y celo de nuestra Santa Fundadora fue recompensado por el cielo con el don más preciado para una congregación religiosa que es el de la continuidad de su obra con vocaciones nativas.

Al celebrar el Año de la Vida Consagrada, que el Papa Francisco ha convocado, con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium (LG), viene a nuestra memoria lo que en el documento Vida Consagrada, de San Juan Pablo II, nos decía a los religiosos: “¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas.” A ello ciertamente queremos caminar, seguir forjando una historia que ya han marcado nuestras antecesoras y que el Señor nos sigue llamando a continuar.

7. GRATITUD Y GRATUIDAD
Gracias a nuestro Señor por mantener vivo el rasgo característico de nuestra espiritualidad, la gratuidad, “Dad gratis, lo que habéis recibido gratis” (Mt.10, 8). Gracias a nuestros bienhechores, que son “las manos de la divina providencia”: las organizaciones y todas las personas que nos han ayudado y continúan ayudándonos, para que nosotras podamos vivir nuestra misión de cuidar a los enfermos en sus domicilios y en los hospitales.

Gracias a nuestros padres que comprendieron el llamado divino y apoyaron nuestra vocación con suma generosidad y entereza. Que esto sirva de ejemplo a todos los padres cuyos hijos sienten el llamado divino, que sepan que es Dios el que nos llama y Él escoge a quien quiere y cuando quiere.

Son 57 años que llevamos sirviendo en estas tierras santiagueras y hoy miramos al pasado con agradecimiento, el presente con pasión y el futuro con esperanza, como nos dice el Papa Francisco. Y al agradecer a Dios estos 57 años, agradecemos no solo a todas las Siervas de María que han vivido en estas tierras, a las que murieron y a todas las que brindan actualmente los servicios a la cabecera del enfermo, sino también a todos los enfermos y a sus familiares, a los que hemos cuidado (miles en estos años). Sin ellos nuestra vocación no pudo haberse enriquecido, porque atendiendo a los enfermos vivimos el mandato de Dios: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt. 25, 26).

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que el relato de la historia de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, en Santiago, República Dominicana, publicado en esta esta columna, no es de mi autoría, sino de ellas mismas, que me lo hicieron llegar.
DOY FE, en Santiago de los Caballeros a los cinco (05) días del mes de marzo del año del Señor dos mil quince (2015). 

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