Sobre economistas

La economía estudia la vida cotidiana de los hombres cuando deciden sobre el dinero que ganan y el que pueden gastar.

La economía estudia la vida cotidiana de los hombres cuando deciden sobre el dinero que ganan y el que pueden gastar. Tiene muchísimo en común con la simple administración de un hogar. Y sin embargo, hasta el propio Winston Churchill decía que la economía “superaba su entendimiento”. La mayoría de la gente rechaza el discurso de los economistas por considerarlo cargante y aburrido. Y es que la terminología que usan es indiscutiblemente pesada, aun cuando se refiera a los aspectos más básicos de la vida. Los hace sentir inteligentes ante los demás, y muchas veces, no es que dominen tanto un tema, pero complicando la forma logran aparentar que sí. También se considera que son poco fiables. Esto es así porque se espera de ellos una absoluta objetividad de criterio y una gran certeza al predecir el futuro.

Sin embargo, más que esperar estas dos cosas, es sobre la sensatez de sus análisis y recomendaciones que deberían ser evaluados.

Primero, porque los economistas tienen que trabajar en algún sitio para ganarse la vida, y es mentira que vayan a afectar los intereses del banco o del partido político que les paga para mantener su “independencia de criterio”. Y segundo, porque analizan realidades que cambian continuamente, por lo que tampoco es verdad que tengan poderes proféticos.

A pesar de todo esto, no queda más remedio que estar pendientes de la economía y sus complicados exponentes. Su presencia fluye espontáneamente en las preocupaciones diarias, los debates políticos y los titulares periodísticos, cuando se habla de lo caro que está todo, los impuestos que agobian y el empleo que no aparece. Intentar comprenderla es necesario para decidir con más inteligencia sobre aspectos fundamentales y estar más tranquilos. Sirve además para desenmascarar a eruditos sin sustancia e intereses escondidos, y hasta para quedar bien socialmente.

Quizá lo que convenga sea animarse a estudiarla un poco por su cuenta. Se formará su propio criterio y se sorprenderá al percatarse de que está más cerca del sentido común que de lo rebuscado y de que es más simple y evidente de lo que le han hecho creer los economistas con su intimidante grandilocuencia.

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