Solidaridad y recuperación

¿Tienes idea de lo que es descubrir a las 2:00 a.m. que tu cama está comenzando a moverse, a flotar, con el cuarto lleno de agua agitada, que amenaza con destrozar y llevarse todo? Si has estado en esa situación probablemente te asustarás de nuevo,&#8

¿Tienes idea de lo que es descubrir a las 2:00 a.m. que tu cama está comenzando a moverse, a flotar, con el cuarto lleno de agua agitada, que amenaza con destrozar y llevarse todo? Si has estado en esa situación probablemente te asustarás de nuevo, pero si te ocurre por primera vez, el sobresalto no tiene límites.

Fue con ese cuadro que despertaron el pasado domingo cientos de pobladores de Villa Isabela en Puerto Plata, una comunidad que como otras de esa provincia no tiene cultura de inundación, porque los ríos no habían sido tan caudalosos como para desatar los desastres actuales.

Ese mismo drama se ha replicado en zonas donde las inundaciones son tradicionales, como el bajo Yuna o la llanura Occidental bajo el delta del Yaque del Norte donde esas situaciones se manejan con otra templanza.

Las angustias de la gente de Villa Isabela son diferentes. Los riachuelos La Jaiba y Gualetico se desbordaron después de varias horas de aguas diluvianas. Impactaron las comunidades de Gran Diablo, Gualete, Caño Manuel y Laguna Grande. Esas aguas se expandieron hasta el mismo corazón urbano y provocaron graves daños en las instalaciones del hospital. Las aguas y lodos dañaron todo.

Otra descarga lluviosa de los nuevos tiempos asociada al “cambio climático”. Nunca antes había llovido tanto en esa comarca, en un perímetro relativamente pequeño. El lunes también hubo descarga copiosa en Santiago y varios sistemas de drenaje colapsaron. Ya sabemos de los daños en casi todos los municipios de Puerto Plata y la provincia Espaillat.

Es una calamidad que se vive en la zona norte. Se destruyen infraestructuras y se arrasan cultivos. El gobierno no ha estado ajeno a la problemática. Pero llueve tanto que las reparaciones de infraestructuras no avanzan como se desearía.

El gobierno no debe perder la iniciativa.

El futuro no es fácil de predecir, pero los poderes públicos deben tratar de adecuar las infraestructuras de sustitución a la nueva realidad, y especialmente aplicar criterios más severos ante asentamientos humanos en zonas frágiles.

Ahora es momento de solidaridad con las víctimas y acelerar la recuperación. 

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