¿Somos una nación de cleptómanos?

La ocurrencia interminable de robos de cosas sin valor aparente, conlleva irremisiblemente a la pregunta: ¿Nos estamos convirtiendo por la crisis económica en una nación de cleptómanos? La idea es aterrorizadora.

La ocurrencia interminable de robos de cosas sin valor aparente, conlleva irremisiblemente a la pregunta: ¿Nos estamos convirtiendo por la crisis económica en una nación de cleptómanos? La idea es aterrorizadora.Pero crece en la mente de muchos dominicanos desazonados por estos hechos insólitos que evidencian, sobre todo, el poco respeto que existe entre nosotros por la propiedad ajena.

Hace años se publicó la desmoralizadora noticia de que alguien había hurtado la placa de bronce con la que el país recordaba al mundo el lugar donde el almirante Cristóbal Colón había amarrado una de sus naves al descubrir la isla.

Las calles y plazas de la ciudad están llenas de huecos producidos por el robo de alcantarilladas y tapas de hierro. Numerosas personas, de distintas edades, han sufrido las consecuencias de esta malsana y deshonrosa práctica, al caer en los hoyos dejados al descubiertos por la sustracción de esos objetos metálicos, que no estaban allí sólo con fines ornamentales sino cumpliendo con una función de indiscutible utilidad para los ciudadanos.

En las avenidas y autopistas, gente inescrupulosa carente de sentido cívico, sustrae los llamados “ojos de buey”, que sirven como sustituto de la iluminación en las noches y como delimitantes de los carriles por donde debe fluir el tránsito vehicular. Hubo una época en que a lo largo del recorrido desde la salida de la ciudad hacia el aeropuerto Las Américas, existían unos pedestales de cemento a los que estaban adheridos los escudos de las naciones que conforman el continente, emblemas que le daban sentido al nombre de la vía y al propio aeropuerto internacional. De pronto comenzaron a desaparecer hasta que no quedó ninguno.

¿Qué hacen los autores de estos robos con tales objetos sin más valor que el que supone el material del que están hechos? Obviamente, alguien se los compra y seguramente paga una migaja por ellos. Esta práctica desalmada es alentada sin lugar a dudas por empresas que utilizan estos materiales como insumos.

No hay otra explicación. Y son éstas, por lo regular, la que disponen de mejor información con respecto a la ubicación de estas placas, alcantarillas y ojos de buey.

En efecto, ¿quién más pudiera estar interesado en adquirir estos objetos? Como hay en el negocio empresas de ganada respetabilidad, deberían ser éstas las más interesadas en establecer una distancia de práctica tan perniciosa y aberrante, que no sólo afecta los bienes públicos sino también a una infinidad de compañías de fama y reputación bien ganadas que  han colocado letreros con sus nombres con este tipo de material, usualmente de bronce y que son víctimas de tan vergonzosa práctica.

El deterioro moral en  el país ha alcanzado niveles tan degradantes, que muchos ciudadanos no parecen prestarle demasiada importancia a cuestiones de este tipo.

Y desde su muy peculiar percepción de los problemas nacionales no dejan de tener razón.

En medio de tanto latrocinio pudiera ser irrelevante ocuparse de cosas tan pequeñas, podrían llegar a  pensar, pasando por alto el hecho de que el respeto y la observación de las reglas que no conllevan grandes sanciones, es el principio por donde la democracia se afianza y los derechos de los ciudadanos a vivir en paz y sin temor cobran vigencia.
Twitter: @guerreromiguele

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