Il sorpasso, el psicópata y su partener

La crítica de la película “Il sorpasso”, de Dino Risi, suele ser generosa y abundante y en general no pone objeción a la conducta de los protagonistas, Vittorio Gassman en el papel de Bruno Cortona y Jean Louis Trintignant en el papel de Roberto&#8

La crítica de la película “Il sorpasso”, de Dino Risi, suele ser generosa y abundante y en general no pone objeción a la conducta de los protagonistas, Vittorio Gassman en el papel de Bruno Cortona y Jean Louis Trintignant en el papel de Roberto Mariano. Incluso hay quien celebre esta conducta, la de Gassman, como una manifestación de rebeldía sin causa. Lo cierto es que la relación de esta pareja, el extrovertido y el introvertido, es mucho más compleja de lo que parece superficialmente y trasciende los límites de la comedia. Pero es que la comedia italiana, la que surgió en los años sesenta, la que sustituyó en parte al neorrealismo, trataba siempre de cosas serias. Era divertida y obligaba a reflexionar a la vez.

“Dos pesos pesados para un road movie por una Roma vacía y sus alrededores: el hombre libre, el imaginativo Gassman (Bruno) y su acompañante, el pusilánime y retraído Tringtignant (Roberto); Gassman solo tiene el presente y su Lancia Aurelia – el estudiante no tiene nada, salvo un proyecto de futuro y una tremenda indecisión ante la vida, como si todo se lo hubieran dado hecho hasta el momento. La comedia a la italiana, y esta película en particular, ahondan en la psicología de los personajes sin apabullar al espectador con datos personales que podrían ser cargantes. El bisturí de Dino Risi, quien de hecho era psiquiatra, nos acerca a Bruno y a Roberto como dos caras de una misma moneda en la Italia que salía de la posguerra y se alejaba del neorrealismo. Bruno necesita a Roberto no más que Roberto a Bruno, pero jamás se lo dirán. Irán prolongando ese alejamiento, esa huida de la monotonía, en un viaje hacia lo desconocido del que participamos desde el principio, en una Roma desierta de un Ferragosto cualquiera…”.

Gassman es ocurrente, brillante, amoral, a veces insoportable, un burlón, un seductor, un pícaro que viaja en un auto deportivo que posiblemente no puede pagar, un mal esposo y mal padre que ha perdido a su familia, un tipo “invadente” como dicen los italianos, uno que invade la intimidad y el espacio ajeno de las personas que acaba de conocer y las manipula a su antojo. Lo que nunca pensé es que podía ser lo que propone el argentino Roberto Mazzuca en un fragmento de su artículo “El psicópata y su partener” (supongo que partener es un modismo equivalente a partner, socio o pareja):

“Para terminar voy a hacer algunos comentarios sobre una película que presenta el paradigma de la relación del psicópata con su pareja. Una película no es un caso clínico, pero en circunstancias como esta puede suplirlo muy bien, en especial porque cualquiera que quiera puede verla. Se trata de Il sorpasso, un film de Dino Rissi con como protagonista, el psicópata, hace el papel del partener.

“La secuencia inicial, mientras se pasan los títulos, muestra al protagonista entrando en su auto convertible descapotado en un pueblo desierto que después se sabrá que son las afueras de Roma adonde se dirige. Pocos segundos después se muestra una señal de contramano en una bifurcación que no impide que nuestro sujeto entre por ella con la mayor naturalidad y también celeridad. La violación de las reglas de tránsito son la trama permanente de la acción. Il sorpasso que da el título de la película, adelantarse, pasar a otro en la ruta -gran parte transcurre en el andar en las rutas- es siempre el adelantarse irregularmente y a veces imprudentemente.

“No hay nadie, todas las persianas de los negocios están cerradas. La escena muestra bien la soledad del psicópata en busca de su víctima, alguien a quien hablar. Busca un teléfono que no encuentra porque está todo cerrado. Intenta a través una persiana por donde alcanza el tubo pero no puede colocar la moneda.

En medio de ese desierto hay un tipo único que está en una ventana mirando, su curiosidad lo llevó ahí aunque se esconde al ser visto. Es un estudiante, encerrado preparando sus exámenes de Derecho en el calor del verano de Roma.

“Sin pérdida de tiempo nuestro protagonista le indica el mensaje, el número y a quién llamar para que telefonee por él. Pero no da su nombre. En pocos minutos no sólo entra a hacer la llamada sino que queda cómodamente instalado en un sofá y luego usando las instalaciones del baño.

“Después se lo lleva con él, al estudiante, casi como copiloto. Pasa las luces rojas, insulta a los obreros que encuentra en el amanecer de Roma lo cual es muy indicativo de su posición subjetiva: los tacha de serviles y los insta a rebelarse de su yugo. Se burla de los que hacen esfuerzos, por ejemplo, de los ciclistas en la ruta. O la burla al viejo que hace dedo, lo hace correr hasta alcanzar el auto y cuando está por llegar arranca y se va.

Luego se suceden varios episodios familiares que implican la caída de los ideales neuróticos del partener. El estudiante periódicamente se resiste, se pregunta por qué aceptó venir y se propone volver a su casa a estudiar. Pero termina quedándose, o volviendo cuando se ha ido.

“Al principio reacciona con cierta indignación ante las burlas, o protesta por las violaciones y se resisten a la velocidad. Pero, paulatinamente, entra en el juego. Al final resulta totalmente cómplice, pasa más allá de sus inhibiciones y entrega su consentimiento a esas formas de goce: dale, más rápido, pásalo, es él ahora quien dice esto al conductor. Se alegra de las vicisitudes de esos dos días que han transcurrido sin la constricción de un programa previo. Son los dos días más lindos de mi vida, dice.

No voy a comentar el final. Sino solamente destacar los mecanismos por los cuales nuestro psicópata va obteniendo de su acompañante -acompañante casual, contingente, pero a su vez necesario una vez que se produjo el encuentro- el atravesamiento de las restricciones superyoicas hasta llegar a producir el consentimiento para el goce de lo que, hasta ese encuentro, funcionaba para él con el estatuto de lo prohibido”.

Esta, sin duda, parece ser la opinión de un experto, aunque la verdad es que me deja desconcertado, perplejo. Bruno-Gassman puede ser muchas cosas, pero lo de sicópata como que no encaja con su personalidad.

Quizás, para conocer a Bruno-Gassman, nada es mejor que referirse a la definición que da su mujer en un chispeante diálogo con Roberto-Tringtignant:
-¿Lo conoce usted bien a Bruno?
-No, nos conocimos esta mañana.
-Entonces lo conoce bien, la primera impresión es la que cuenta.

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