Tabla rasa

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Los acontecimientos que se viven a diario en nuestra política ameritan de una sincera reflexión que sea capaz de admitir las consecuencias negativas que se han producido y las aún peores que podrían derivarse de continuarse con las malas prácticas instauradas.

Durante años se criticó el caudillismo de Joaquín Balaguer de cuyo partido  era dueño absoluto y el que se atreviera a disentir o a pretender relevarlo del poder quedaba fuera. De ahí la legendaria frase de que mientras el Doctor respire que nadie aspire.

Luego vimos cómo el PRD, el partido más viejo de los existentes, contrastaba radicalmente con esto, ya que sus principales líderes se creyeron todos con derecho a ser los candidatos presidenciales de su partido, habiendo llegado a actuar como verdaderos enemigos que preferían ir en contra de  su partido  con tal de que su rival interno no lograra la presidencia.  Esto hizo que se confundiera democracia interna con total indisciplina y se llegó a extremos como ilegales acuerdos de división de mandatos para candidatos electos,  para evitar mayores divisiones ante la incapacidad para aceptar resultados.  

Por razones de salud el Profesor Juan Bosch, caudillo del PLD, no pudo presentarse a las elecciones del año 1996, lo que abrió la oportunidad a que el entonces joven político Leonel Fernández fuera el candidato presidencial de esa organización, la que ganó gracias a la jugada política diseñada por el Doctor Balaguer, quien estaba más interesado en preservar su poder personal que en el triunfo del  candidato de su partido.

La figura de la reelección presidencial fue reintroducida en el año 2002, la cual como si fuera una maldición gitana ha marcado el destino de nuestra política.
Las pasadas décadas demostraron que los triunfos electorales guardaban más relación con el manejo de recursos del Estado y la compra de adhesiones de partidos minoritarios para conformar alianzas que con el buen desempeño, lo que desató una descarnada competencia en la que todo se vale para perpetuarse en el poder, incluso intentar incidir en los procesos internos de partidos de oposición.

El partido oficial  vive el relevo  entre la era  de Leonel Fernández y la  de Danilo Medina, por la imposibilidad que tuvo el primero de volver a reelegirse consecutivamente y la que tiene el segundo de hacerlo en el 2016. Esto ha ocasionado que  el PLD sufra los embates de las luchas internas y el  dominio  que se deriva de la detención del poder, aunque bajo el  secretismo y obediencia interna que los caracteriza.

La triste realidad es que cada vez nuestros políticos llegan más lejos en la carrera del poder, en la que no hay espacio para méritos o condiciones personales, como atestigua la reciente elección del comité político del PLD; así como tampoco pararon mientes para adueñarse de las altas cortes y desde allí manejar los hilos de la política.

El problema es que como todos en algún momento han utilizado las mismas malas prácticas, ninguno tiene ya la legitimidad para reclamar al otro,  lo que hace pensar  que necesitamos un nuevo liderazgo capaz de dejar atrás estos vicios, una  tabla rasa en la que intentemos reinventar nuestra forma de hacer política. l

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