Introducción
El fecundo y luminoso Magisterio del Papa Francisco, quiero ofrecer, en la desnudez de las citas textuales, las siguientes 7 reflexiones sobre temas eclesiales:
1. La unidad de la Iglesia
“La unidad es superior a los conflictos, la unidad es una gracia que debemos pedir al Señor para que nos salve de las tentaciones, de las divisiones, de las luchas entre nosotros y del egoísmo, de los chismes. ¡Cuánto daño causa a la Iglesia las divisiones entre los cristianos, los partidismos, los intereses mezquinos!”
Ser parte de la Iglesia quiere decir estar unidos a Cristo y recibir de Él la vida divina que nos hace vivir como cristianos, significa permanecer unidos al Papa y a los Obispos que son instrumentos de unidad y de comunión, y también significa aprender a superar personalismos y divisiones, entenderse mejor, armonizar la variedad y las riquezas de cada uno; en una palabra: a querer más a Dios y a las personas que están junto a nosotros, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones. ¡Cuerpo y extremidades para vivir deben estar unidos! La unidad es superior a los conflictos, siempre.
Los conflictos, si no se superan bien, nos separan, nos separan de Dios. El conflicto puede ayudarnos a crecer, pero también nos puede dividir. Nosotros no vamos por el camino de las divisiones, de la lucha entre nosotros, ¡no! Todos unidos, todos unidos con nuestras diferencias, pero unidos, unidos siempre, ¡que ese es el camino de Jesús!”.
Tenemos que orar entre nosotros, católicos, y también con los cristianos, orar para que el Señor nos dé la unidad: ¡la unidad entre nosotros!”.
2. La Iglesia como Pueblo de Dios
“¿Qué quiere decir “Pueblo de Dios”? En primer lugar, significa que Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios “quiere la salvación para todos “(1 Tim 2:04). Jesús no dice a los Apóstoles y a nosotros que formemos un grupo exclusivo; un grupo de élite. Jesús dice: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (cf. Mt 28,19). San Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia, “no hay ni judío ni griego… porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
¿Cómo se convierte en miembro de este pueblo? No es a través del nacimiento físico, sino por medio de un nuevo nacimiento. Es a través del Bautismo que nosotros somos introducidos en este pueblo.
¿Cuál es la ley del pueblo de Dios? Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo, según el nuevo mandamiento que nos ha dejado el Señor (cf. Jn 13,34). Un amor, sin embargo, que no es sentimentalismo estéril o algo vago, sino que es el reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, aceptar al otro como un verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van de la mano.
¿Cuál es el objetivo de este pueblo? El fin es el Reino de Dios, iniciado sobre la tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el cumplimiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra (cf. Lumen Gentium, 9). El fin entonces es la plena comunión con el Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor sin medida. ¡Aquella alegría plena!”
3. La pobreza en la Iglesia
“El anuncio del Evangelio debe ir por el camino de la pobreza. El testimonio de esta pobreza: no tengo riquezas, mi riqueza es sólo el don que he recibido, Dios. Esta pobreza nos salva del convertirnos en organizadores, empresarios.
La predicación evangélica nace de la gratuidad, del estupor de la salvación que viene y de aquello que yo he recibido gratuitamente, debo darlo gratuitamente.
San Pedro no tenía una cuenta bancaria, y cuando tuvo que pagar los impuestos el Señor lo envió al mar a pescar un pez y encontrar la moneda dentro del pez, para pagar. Felipe, cuando encontró al ministro de economía de la reina Candace, no pensó: ‘Ah, bien, hagamos una organización para sostener el Evangelio…’ No ha hecho un ‘negocio’ con él: anunció, bautizó y se marchó.
La Iglesia no es una ONG. Es otra cosa, más importante, y nace de esta gratuidad. Recibida y anunciada. La pobreza “es uno de los signos de esta gratuidad.
Cuando encontramos apóstoles que quieren hacer una Iglesia rica y una Iglesia sin la gratuidad de la alabanza, la Iglesia envejece, la Iglesia se convierte en una Organización No Gubernamental, la Iglesia no tiene vida.”
4. El triunfalismo detiene la Iglesia
“La tentación de los discípulos es la misma que la de Jesús en el desierto, cuando el demonio le propone otro camino”: “hazlo todo rápidamente, haz un milagro, algo que todo el mundo vea. Ve al templo y haz el paracaidista sin dispositivo, así todo el mundo verá el milagro y así se hará la redención”. Es la misma tentación de Pedro cuando en un primer momento no acepta la pasión de Jesús. “Es la tentación de un cristianismo sin la cruz, un cristianismo a medio camino.
La tentación del cristianismo sin la cruz”, una iglesia a medio camino” – que no quiere llegar a donde el Padre quiere “, es la tentación del triunfalismo. Queremos el triunfo de hoy, sin ir a la cruz, un triunfo mundano, un triunfo razonable.
El Papa aseguró luego que “el triunfalismo en la Iglesia, detiene a la Iglesia. El triunfalismo en los cristianos, frena a los cristianos. Una Iglesia triunfalista, es una Iglesia a mitad de camino, una Iglesia que es feliz así, bien equipada ¡bien arreglada! con todas las oficinas, todo muy bien, todo bonito ¿eh? Eficiente. Pero una iglesia que reniega a los mártires, porque no sabe que los mártires son necesarios a la Iglesia para el camino de la Cruz. Una Iglesia que sólo piensa en los triunfos, los éxitos, que no sabe aquella regla de Jesús: la regla del triunfo a través del fracaso, el fracaso humano, el fracaso de la Cruz. Y ésta es una tentación que todos tenemos.”
5. La Iglesia como familia de Dios
“•¿Cuál es este proyecto de Dios? Es hacer de todos nosotros una única familia de sus hijos, en los que cada uno se sienta cerca y amado por Él, como en la parábola del Evangelio, sienta el calor de ser la familia de Dios. En este gran proyecto encuentra su origen la Iglesia, que no es una organización fundada por un acuerdo de algunas personas, sino es obra de Dios, nace precisamente de este plan de amor que se desarrolla progresivamente en la historia.
La Iglesia nace de la voluntad de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a su amistad, es más a participar como sus hijos en su misma vida divina. Dios nos convoca, nos invita a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarse en sí mismos y nos llama a ser parte de su familia.
En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios que se realiza en amarlo a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni medida. La fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, pero Dios nos llama a vivir, juntos, nuestra fe, como una familia, como Iglesia.”
6. El Espíritu Santo y la Iglesia
“En el Credo, después de haber profesado la fe en el Espíritu Santo, decimos: “Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica”. Hay una conexión profunda entre estas dos realidades de la fe: es el Espíritu Santo, de hecho, quien da vida a la Iglesia, guía sus pasos. Sin la presencia y la acción incesante del Espíritu Santo, la Iglesia no podría vivir y no podría cumplir con la tarea que Jesús resucitado le ha confiado de ir y hacer discípulos a todas las naciones.
El Espíritu Santo que, hoy como al principio de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deje poseer y conducir por Él, que le sugiere las palabras que a solas no podría encontrar, disponiendo a la vez la preparación de la mente de quien escucha para que sea receptivo a la Buena Nueva y al Reino anunciado.
Para evangelizar, pues, es necesario una vez más abrirse a la acción del Espíritu de Dios, sin temor a lo que nos pida y a dónde nos guíe.
7. No debe existir lucha de poder en la Iglesia
La lucha por el poder en la Iglesia no es cosa de estos días, comenzó entonces en tiempos de Jesús. En su clave evangélica la lucha por el poder en la Iglesia no debe existir.
El verdadero poder es el servicio. Como lo hizo Él, que no vino para ser servido, sino para servir, y su servicio ha sido el servicio de la Cruz. Él se humilló hasta la muerte, la muerte en la Cruz, por nosotros, para servirnos a nosotros, para salvarnos. Y no hay otro camino en la Iglesia para seguir adelante. Para el cristiano, ir adelante, progresar significa abajarse. Si no aprendemos esta regla cristiana, nunca, nunca seremos capaces de entender el verdadero mensaje de Jesús sobre el poder”.
CONCLUSIÓN
CERTIFICO que las reflexiones arriba traídas son citas textuales tomadas del Papa Francisco.
DOY FE, en Santiago de los Caballeros, el 20 de junio del año del Señor 2013.