Tengo un hijo gay ¿qué hago?

Cuando Claudia y Alberto (nombres ficticios)  se enteraron que su hijo de 16 años era homosexual, sintieron que la tierra se los tragaba…

Cuando Claudia y Alberto (nombres ficticios)  se enteraron que su hijo de 16 años era homosexual, sintieron que la tierra se los tragaba y cayeron de inmediato en cuestionamientos como: ¿qué hicimos mal?,  ¿por qué a nosotros?, ¿será que estamos equivocados?, ¿estará loco?, ¿a lo mejor el necesita ayuda? Surgió en ellos una especie de mixtura de sentimientos y pensamientos: dolor, disgusto, llanto, vergüenza, fracaso, elementos que se mezclaron porque no estaban  preparados para recibir tal noticia y por ende, no saber cómo enfrentarla.

Experimentaron una sensación de estrañeza, de tener que conocer a alguien que se volvió desconocido en un instante o a quien nunca llegaron a acercarse. Perdieron de vista que ese hijo bueno, inteligente, estudioso, trabajador, educado y buen hermano, que igualmente los ama a pesar de que lo vean distinto a partir de ese momento, necesita que también lo amen.

En situaciones como estas, en los padres surge el enojo, malestar que se expresa con el silencio que hiela o con palabras hirientes. Se desvanecen ilusiones, certezas, paradigmas, y hay una imposibilidad para poner algo positivo en esos huecos o elementos derrumbados.

Los especialistas explican que esto ocurre debido a que la homosexualidad no figura entre las expectativas que los padres y las madres se han hecho para un hijo o hija.

Por eso, cuando una persona no sigue los patrones que la sociedad espera o no coincide con sus expectativas, los progenitores reaccionan presionando, alejando, evadiendo, rechazando, reprimiéndose o culpándose.

Otros deciden dominarlos, controlarlos o castigarlos, creyendo que así van a cambiar su preferencia sexual y vive un proceso de duelo por la pérdida de ese ideal o proyecto de vida que tenían para ese hijo o hija, que incluye  “quiero que sea un hombre -o mujer- de bien” o “que sea un profesional y forme un hogar”.

Para muchos padres, un hijo es como la extensión de sí mismo. A través suyo buscan proyectarse o alcanzar lo que  ellos no pudieron lograr.

Otra expectativa muy grande que se derrumba es la de los nietos, más cuando se trata de un hijo único, o el varón de la familia, que enfrenta a los padres la interrogante de quién va a prolongar su apellido o a asumir los negocios o las herencias.

De acuerdo con Josefina Luna, educadora sexual y pediatra, la homosexualidad  es una variante de la orientación sexual. Se establece de manera espontanea, no es aprendida, no es hereda, no es transmitida. 

Años atrás, sin embargo, era considerada una enfermedad mental, y partir del 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría la retiró del Manual de Enfermedades Mentales (DSM III) al comprobarse por numerosos  estudios  que no se trataba de una enfermedad,  y que esta no podía ser tratada con medicamentos ni terapias como se había creído. 

La Asociación Americana de Psicología  ratifica esta posición y ambas asociaciones  reconfirman que la orientación sexual no es una elección consciente que se puede cambiar a voluntad,  que  surge a principios de la adolescencia sin experiencia sexual previa, que no se elige ser homosexual o lesbiana o bisexual.

El conocimiento es necesario
La experta dice que la falta de conocimiento sobre la sexualidad,  la concepción de la homosexualidad como una conducta contranatural, aberrante, distorsionada y pervertida, reforzada por la homofobia imperante en los países donde   el machismo se impone,  impiden reconocer el derecho a ser diferente favoreciendo los mitos, tabúes y confusiones en torno a la homosexualidad, realidad que asusta y paraliza a muchos padres.

“Los sentimientos que suelen  tener los padres y madres respecto a que su hijo  o hija sea homosexual son muy fuertes, contradictorios, confusos, imperando el sentimiento de culpa y se dedican a la tarea de buscar en qué fallaron como padres”, comenta la experta.

De acuerdo con el doctor Félix López, catedrático de la Universidad de Salamanca de España, experto en psicología evolutiva, en su experiencia de trabajar con muchas familias de homosexuales, reconoce que para los padres resulta  muy difícil aceptar la homosexualidad de un hijo o una hija,   para ellos es un choque  por la propia noticia y porque  saben que es mucho más difícil en estas sociedades vivir siendo homosexual.

Las madres, sobre todo, comentan que les cuesta mucho trabajo aceptar que su hijo o hija van a sufrir, que no van ser aceptados. López afirma que  la mayor parte de los padres, si se les ayuda podrían hacer este proceso más llevadero.

El apoyo de los padres
López dice que la aceptación de los padres les cambia la vida a los homosexuales.

Se sienten queridos y comprendidos por las personas más importantes de su vida.

Esto les va a permitir tener más fuerza para vivir con la presión de la sociedad y de los mismos familiares. 

“Los padres  deben ser incondicionales con sus hijos, esto significa, que los deben a aceptar tal y como son. Es decirles: “yo te quiero como eres y estoy contigo”.

En cuanto a la preocupación de cómo será la reacción de los demás cuando se enteren o el temor al rechazo, la especialista nos plantea que es posible que esto ocurra, pero las actitudes hacia la homosexualidad van cambiando, las personas comienzan a valorar a los demás por sus cualidades, actitudes y comportamientos.

Es cierto que cambiar cultura es un proceso lento, pero es por eso que este hijo o hija necesita de un ambiente en el hogar que respete la diversidad. Esto lo hará tener mayores fuerzas para enfrentar adversidades en otros medios.

“Si se tiene un hijo homosexual, es recomendable buscar ayuda profesional para que les oriente a cómo tratar la situación y sobre todo que les ayude a aceptar  la realidad.

Razones culturales harán que el padre (varón) que tiene un hijo (varón) gay se sienta cuestionado en su masculinidad, justamente porque ante la mirada de los demás (sobre todo de otros varones) se creerá expuesto por “no haber podido transmitir dicha masculinidad” a su hijo.

Todavía circula cierto prejuicio en la sociedad que liga la homosexualidad masculina a la falta de hombría.

En el caso de una hija lesbiana es común que los padres tomen a la pareja de aquella como “su mejor amiga” a pesar de que lleven años de relación, las hayan visitado en la casa que comparten y hayan visto que en la habitación de ambas yace una cama de dos plazas y no existe otro colchón ubicado en otra habitación de ese hogar.

El lecho conyugal es percibido pero no tomado como tal, es decir, es desmentido, negado. Hay algo del orden del “no quiero ver, no quiero saber, aunque lo sepa”.

Si bien en un momento anterior esa situación les pudo, a las chicas, haber resultado funcional ya que no hubo obstáculos en la habilitación de su convivencia por parte de sus progenitores, en un tiempo posterior se les vuelve en contra, ya que esa pseudo aceptación es aún más peligrosa porque conlleva la invisibilización.

Otros pasos para combatir los malestares que provoca tener un hijo o hija homosexual  pueden ser: buscar material que eduque sobre este tema, acudir a algún profesional idóneo en el tema o contactarse con otros padres que transitaron por una situación similar.

Todos estos son posibles senderos que facilitarán el acercamiento a su hijo.

Luego de un plazo, muchos padres -y sus hijos- se asombran porque al final no todo fue catastrófico, porque hasta tuvieron compensaciones por haber atravesado toda esta fase.

A veces, algunos padres llegan a tomar a la pareja de su hijo como un yerno más o como un hijo más. Lo que logran los padres después de todo esto es aceptarse mejor a ellos mismos, se restablece su autoestima, como consecuencia de primero haber aceptado tal cual es a su hija lesbiana o a su hijo gay y eso sutura las grietas provocadas por las culpas.

Tanto el hijo como los padres deben escoger muy bien en qué momento y cómo salir del “clóset” La mayoría de los papás intuyen  la situación, pero no se atreven a abordar el tema ni los hijos son capaces de planteárselo porque conocen los prejuicios de sus mayores frente a la homosexualidad y eso los aterra y los silencia. l

No es culpa de la madre ni del padre
Cuando se descubre que se tiene un hijo gay se trata  de buscar un responsable, los padres culpan a las madres con reproches como  “es que lo consentiste mucho”, ‘lo trataste como a una niña”. Pero ellas también los recriminan:  “es que tú tenías otra”, “como me abandonaste o -te divorciaste- y no venías a verlo”.

Si la pareja no tiene una buena relación, puede pasar a formar parte de  esas parejas  que se separan cuando sabe que su hijo es gay.

Para superar el “shock” los padres deben aprender a  reconocer: “Bueno, es gay, pero es mi hijo”.

Esa actitud conlleva la aceptación de que ese hijo pueda elegir pareja e integrarla al núcleo familiar. Es cuando los padres entienden que el hijo no les va a traer una nuera sino un yerno o que la hija no les va a traer un yerno sino una nuera.

Aceptar un hijo homosexual implica despojarse de creencias equivocadas que obedecen a esa visión patológica sobre la homosexualidad, tales como relacionarlo con una conducta desorganizada, con el deseo de cambiar de sexo, con abuso de menores, incluso con promiscuidad.

Lo ideal es brindarle amor, comprensión y ser consciente que no es nada para avergonzarse. Grandes hombres fueron homosexuales: Platón y  Aristóteles, entre otros.

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