La terrible venganza del Truco, cuando Tony Isa Conde era el intrépido James Bond

Tony Isa Conde sabe muy bien que los Industriales de Herrera no conocieron al Truco. Ni mucho menos José Antonio, Marcial ni Eduardo Najri. Sin embargo, Don Papía, que al llegar a los 100 años sigue degustando su traguito de vino, con toda seguridad&#8

Tony Isa Conde sabe muy bien que los Industriales de Herrera no conocieron al Truco. Ni mucho menos José Antonio, Marcial ni Eduardo Najri. Sin embargo, Don Papía, que al llegar a los 100 años sigue degustando su traguito de vino, con toda seguridad tuvo noticias de “unos comunistas bulliciosos”, que llamaban “pacoredos”, cuando se movía por los pasillos de “M. González & Co”.

Es más, estoy seguro que él mismo, que presidió la Asociación de Industriales de Herrera y ha estado –está– en altas funciones, preferiría olvidar el día nefasto en que fue protagonista de un suceso lamentable que se produjo bien cerca de la fecha en que “Los Beatles” preparaban su último concierto en la azotea del edificio de Apple Records: (https://www.youtube.com/watch?v=CyxH3Ft-jpI)

Eran Los tiempos en que militaba en el PCD y era el ídolo de los jóvenes del partido, muchos de los cuales le llamaban James Bond, porque a menudo era recordado con una ametralladora checa, de caña blanca, reluciente, que se hizo famosa desde los eventos que comenzaron el 24 de abril de 1965.

Yo tampoco olvido esos tiempos dramáticos, cuando el miedo no necesitaba invitación y las lágrimas de nuestras madres, en silencio, caían como perlas ensangrentadas en un mar de silencio. De terror. De angustia. Y de ignominia.
Como tampoco los olvidaría el Truco (si estuviera aún vivo).

Fue el día en que le di los quince centavos al chofer que me dejó en la Máximo Gómez con Juan Sánchez Ramírez y comencé a avanzar en dirección a la UASD, por la acera de la derecha.

Y noté que, extrañamente, un personaje que iba por la izquierda, con un bulto en la mano, me miraba de reojo.

Llevaba las típicas botas y el pantalón de kaki que usaban los pacoredos.

“¿Quién será este tipo?”, pensé. Yo sólo llevaba, como pieza de camuflaje, un sombrerito negro.
El “compañerito” se me pareció a uno que había visto dos o tres días atrás, junto a Machi Constant, señalándome cuando pasaba por el colegio Cristóbal Colón.
Y fue ahí, cuando empecé a oír aquella vocecita, que llegaba hasta nosotros desde Ingeniería:
“¡Esta es la Voz del comunista! Denunciado al bloque traidor y electorero Bosch-pcd-psp”.
El extraño personaje no dejaba de mirarme, mientras apretaba más su misterioso paquete. Y la vocecita:
–¡Fuera el bloque castro-guevarista-debraista MPD-Coloraos-Corecato.
¿De dónde había salido ese tipo? Lo vi avanzar desde el mismo momento en que me desmonté del carro. ¿Me estaba esperando? ¿Qué era lo llevaba en ese bulto?
Su vestuario me recordó a Fernando Luna Calderón (El Galeno), que fue de los que pasó del MPD al pacoredo, poco después de fundarse el partido, y le dijeron:
–Hay que reeducarte, pues traes todos los vicios de la burguesía.
Entonces, lo llevaron a vivir a una casucha, donde su orientador le señaló una camita “colombina”, con un colchoncito harapiento y deshilachado.
–Dormirás ahí por un mes. Así sabrás cómo vive el proletariado.
El Galeno lo miró, muerto de risa.
– ¿Qué te pasa, compañero?
–Que, en el barrio 30 de Mayo, en la San Martín, donde yo vivo, duermo en cartones en el piso, ¡coño!
Y salió del partido y no volvió a militar jamás.
Pero este no era el caso, se veía que este amiguito estaba en lo suyo, pues al mirarme con insistencia, parecía disfrutar de la vocecita que venía de Ingeniería:
–Abajo la prensa amarilla socialreformista. Abajo Rafael Molina Morillo buitre de la pluma.
Ahora el tipo se había quedado levemente atrás, lo cual me puso más “chivo”.
Ya entramos en el campus y unos muchachos que jugaban fútbol señalaron al que parecía seguirme.
Y la vocecita del altoparlante seguía despotricando:
– ¡Freddy Gatón Arce, beodo trujillista! ¡Eduardo María, Quesiyoqué Espinosa, lambón!
Y al llegar a la primera esquina el personaje se detuvo y, súbitamente, desenfundó el paquete y sacó… ¡Una bandera de los corecatos!
Luego supe que se llamaba Ramón Arturo Guerrero.
Llegué, pues, a Ingeniera y, al subir la escalera, pude leer el súper título del último afiche pacoredo, donde anunciaba la expulsión de uno de sus miembros más connotados: “Un lobo con piel de oveja ha sido total, cabal, resuelta y definitivamente desenmascarado: Melvin Mathews: imperialista agente de la CIA”.
Iba a adentrarme en el edificio para oír la discusión en la que Salvador Uribe arrinconaba al Gordo Oviedo, cuando vi al compañero Alfredo Pierre que corría desesperado, viniendo desde el Oeste:
– ¡Huye, que los pacoredos tienen atrapado a Tony Isa Conde frente al Alma Mater.
–Entonces es para allá que debemos ir –le respondí.
Pero el amigo Pierre siguió como un “desgaritado” hacia el Este, buscando su amada Ciudad Nueva.
Yo, por el contrario, corrí hasta el Alma Mater, en cuyo frente un círculo de pacoredos tenía acorralado al James Bond del PCD.
Lucía sereno. Imponente. Y altivo.
Los pacoredos le insultaban y señalaban en actitud hostil.
– ¡Un momento, compañeros…! –Traté de llamar la atención hacia mí.
Tenía fama de amistoso. Conciliador. Afable. Teorizante.
Pero estaba frente a los pacoredos, que eran agresivos, pétreos, inclementes, inexorables, encarnizados… ¡y brutales!
Logré, pues, captar su atención más, cuando iba a proseguir con mi perorata de distracción, una voz gruesa y aparatosa se dejó sentir:
-¡Jimmy Sierra, cabrón! ¡Tú me sacaste de La Manicera!
Y cuando quise mirar hacia el de la voz, sentí un golpe seco en la cabeza. Y, de inmediato, un chorro de sangre cayendo, desde mi sombrerito negro, sobre mi hombro izquierdo, empapándome la camisa.
El Truco había cobrado su venganza, mas, la distracción resultó efectiva, pues Tony se esfumó.
Afortunadamente, el compañero José Larrauri apareció en la escena con su Honda 50. Casi tambaleando, me monté y me llevó hasta la clínica Gómez Patiño, donde me dieron un paquete de puntos.
– ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!
Presa de un éxtasis indescriptible, la recua de pacoredos se lanzó desenfrenada a cazar pecedeístas, recorriendo todas las facultades, comenzando con Economía, siendo su primera víctima el profesor Alberto Malagón.
Y cuando, adolorido, llegué a mi casa, con la cabeza rota y un dolor insoportable que sólo pude anestesiar cuando oí que William Tavares ponía en “Cristal Latinoamericano”, en Radio Cristal, la canción cuyo enlace copio ahora:
https://www.youtube.com/watch?
v=Sx2IA7yqmEs
Tony Isa Conde logró evadir el asedio. Y siempre que lo veo recordamos aquel hecho.
Con quien no he podido encontrarme es con Alfredo Pierre, a quien vi no hace mucho en una bella foto, con un uniforme de las FARC, en Venezuela, desde donde ha fungido como miembro connotado de la Coordinadora Continental Bolivariana, mostrando el valor que le faltó aquel día terrible en que nuestro James Bond estuvo a punto de ser hecho papilla.
Y que no me venga nadie a contradecir esta historia. Porque lo que he contado es, en esencia, la pura verdad.
Yo puedo decirlo.
Yo estaba allí. 

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