NO al trabajo infantil

Sus vidas transcurren ocultas a la mirada de la sociedad y lo habitual es que se encuentren aislados y alejados de sus familias. Por ello, estos menores son particularmente vulnerables a la explotación y las historias…

Trabajo infantil

Apenas minutos de salir del lavadero vehicular, detenida en un semáforo, un mugroso trapo mojado golpeó en el parabrisas de mi carro arrojado por un pequeño “limpiavidrios”.

Trabajo infantil

No pude evitar la tristeza, cuando a principios de la semana pasada vi a tantos niños y niñas lucir sus uniformes azul y kaky, sus zapatos negros bien lustrados, sus medias blancas y sus mochilas y loncheras recién estrenadas, mientras que a “Pedrito

Sus vidas transcurren ocultas a la mirada de la sociedad y lo habitual es que se encuentren aislados y alejados de sus familias. Por ello, estos menores son particularmente vulnerables a la explotación y las historias de abuso son muy frecuentes.

En 2002, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) declaró el 12 de junio como Día Internacional contra el Trabajo Infantil con el propósito de dar a conocer el alcance del problema y promover iniciativas para resolverlo, con la participación de los gobiernos, las empresas, los sindicatos, la sociedad civil, y todos y cada uno de nosotros.

Este año, en el Día mundial contra el trabajo infantil se hace un llamamiento a favor de:

  • una educación de calidad, gratuita y obligatoria para todos los niños hasta por lo menos la edad mínima de admisión al empleo y emprender acciones para llegar a aquellos niños actualmente en situación de trabajo infantil;
  • nuevos esfuerzos para asegurar que las políticas nacionales sobre trabajo infantil y educación sean coherentes y eficaces;
  • políticas que garanticen el acceso a una educación de calidad e inversiones en personal docente.

Fuente: ONU

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Apenas minutos de salir del lavadero vehicular, detenida en un semáforo, un mugroso trapo mojado golpeó en el parabrisas de mi carro arrojado por un pequeño “limpiavidrios”. Bajando el vidrio de mi puerta le grité: ¡“Niño, no ves que ese vidrio está limpio, este carro lo acaban de lavar, por Dios! Detuvo el “trabajo” y mansamente se retiró. Debía tener entre 8 y 10 años; pelo castaño, tez clara. Me sentí apenada.

¿Dónde estaban sus padres? ¿Dónde está el CONANI? El país debe insistir en desterrar toda forma de trabajo infantil. Corresponde al ciudadano común nunca mirar indiferentes o acostumbrados a los niños limpiavidrios.

Vigilantes e identificados, hacia combatir la dejadez de las instituciones responsables.

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No pude evitar la tristeza, cuando a principios de la semana pasada vi a tantos niños y niñas lucir sus uniformes azul y kaky, sus zapatos negros bien lustrados, sus medias blancas y sus mochilas y loncheras recién estrenadas, mientras que a “Pedrito y Anita” (nombres ficticios) solo les tocó mirarlos desfilar hacia la escuela, mientras él, con nueve años de edad, atendía el puesto de frutas en el que trabaja junto a su padre desde que tenía siete.

Anita, de 10, desde que tiene uso de razón no sabe hacer otra cosa que limpiar cristales de vehículos en las calles de la capital. Primero lo hacía junto a su madre, pero los múltiples embarazos de su progenitora la obligaron a dejar el oficio y ahora Anita trabaja en compañía de otras niñas y niños en edades similares. Estos son sólo dos casos.

El país está lleno de ejemplos como estos. Como periodista jamás olvidaré una serie de reportajes que realicé sobre el trabajo infantil.

Lo más conmovedor fueron los diálogos con los infantes, sobre todo, el que sostuve, en el parque Enriquillo, con un niño de 10 años de edad.
Él atendía un triciclo lleno de frutas, en ese momento su padre no estaba cerca. Le pregunté que desde qué hora comenzaba a trabajar. 

-Desde las seis de la mañana, me dijo, sin dejar de pelar la china que tenía en sus manos. -¡Ah!, entonces ¿a qué hora vas a la escuela?, le pregunté.

La pregunta lo agarró desprevenido…vaciló un poco y me dijo que en la tarde. Noté que no decía la verdad. Me convencí de que mentía cuando  le pregunté el nombre de su maestra y de algunos de sus compañeros de clases, pensó y pensó,  sus labios comenzaron a temblar al igual que sus pequeñas manos y las lágrimas rodaron por sus mejillas.

Se me encogió el corazón y mi tristeza fue mayor cuando ahogado en llanto lo escuché decir: -Cuando vivía con mi mamá yo iba  a una escuela, pero hace tres años que mi papá me fue a buscar para ponerme a trabajar y ya ni siquiera tengo amigos con quienes jugar. Ese día terminé mi recorrido.

El drama que vivía ese pequeño fue demasiado para mí. Desde entonces, cada vez que inicia un año escolar y veo que en nuestro país aún no se erradica el trabajo infantil, recuerdo a ese pequeño, su tristeza y la lucha entre su sueño de poder ir a la escuela y su vida real en una sociedad que se lo impedía.l

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