Trujillo

Una persona muy distinguida, sensible y profundamente preocupada por el destino de República Dominicana, y de la sociedad democrática,…

Una persona muy distinguida, sensible y profundamente preocupada por el destino de República Dominicana, y de la sociedad democrática, ha llamado a elCaribe para comentar un detalle, que aunque sencillo, es muy significante.

Su iniciativa la originó un pie de foto en un reportaje sobre el Palacio Consistorial, que fue sede del gobierno de la ciudad en la época de la colonia, y que ahora el alcalde del Distrito Nacional ha convertido en una de sus oficinas, por cierto, una verdadera obra de rescate de una de las joyas arquitectónicas de la Zona.

El pie de foto dice: “Después del asesinato de Trujillo, colocaron bustos de los Padres de la Patria”. La queja se fundamenta en “el asesinato” y tiene mucho sentido, mucha razón, y da lugar a la siguiente pregunta: ¿Fue Trujillo asesinado? La respuesta conduciría a una vieja discusión, acerca de si se trató de un asesinato o de un acto de justicia.

El punto de vista de este diario es que la caída o muerte de Trujillo fue un acto de justicia histórica. Un merecido ajusticiamiento, que si bien no fue una acción popular, representó la mayor reivindicación política por tanta sangre derramada, tanto dolor, abusos y sufrimientos de familias, madres e hijos, durante los oprobiosos 31 años de tiranía.

Un asesinato es el acto de matar a alguien con premeditación y alevosía. Pero aquello fue una conspiración política, que propiamente deberíamos llamar un tiranicidio, porque se trató de liquidar al peor sátrapa que ha conocido la historia nacional, cuyos métodos, todos, deben ser desterrados del discurso y prácticas de quienes ejercen roles o funciones de impacto público.

¿Podríamos llamarlo un magnicidio? Quizás, porque se trató de la muerte de un gobernante, pero si asumimos que fue un hombre que ejercía el poder al margen de la ley, por la fuerza, por encima de la voluntad de la Nación, entonces habría que concluir en que le estaríamos haciendo una concesión inmerecida.

Trujillo fue ajusticiado, merecidamente, aunque entendamos que matar va contra la ley de Dios, pero en este caso, se trataba de la sobrevivencia de todo un pueblo.

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