Paul Goldscmidt es el mejor primera base ofensivo de la Liga Nacional en la actual contienda de las Grandes Ligas. Pero lejos. Sin comparación alguna.
Por encima de Joey Votto, de Cincinnati; Adrián González, de los Dodgers y Freddie Freeman, de los Bravos, entre otros.
Y si extendemos el radio, solo Chris Davis, el autor de una superba temporada con Baltimore, le supera en ambas ligas. Y Davis es un candidato al mejor pelotero de la campaña o al premio Hank Aaron, que se entrega al de mejores números de producción, en su liga.
Goldscmidt es el único inicialista del mayor de los circuitos con 30 jonrones y 100 remolcadas al comienzo de la jornada de anoche. Compila promedio de .295 con 31 cuadrangulares y un centenar de empujadas. En impulsadas, el que más se le acerca es Allen Craig, de los Cardenales de San Luis, con 90. En tetrabases, hay tres con 18, siendo Votto uno de ellos.
Goldscmidt es uno de los candidatos al premio de Jugador Más Valioso de la Nacional. Por supuesto, ese lauro en la mayoría de las ocasiones está supeditado a que el equipo del protagonista clasifique a la postemporada.
Tiene que ser una figura de mucho renombre, como era el caso de Barry Bonds a principios de la década del 2,000, para llevarse el galardón sin estar en playoffs, aunque sí compitiendo en la última semana de la vuelta regular.
Goldscmidt, que el próximo 10 de septiembre cumplirá 26 años, es también un pelotero de los momentos apremiantes, del llamado clutch.
Se ha convertido en un especialista a la hora de empatar juegos para luego ganarlos. Si llega el séptimo, octavo y noveno episodios es un verdadero peligro lanzarle.
Es una joya en el desierto de Arizona que gana un poco más de medio millón de dólares.
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