Una oposición política dislocada

En su discurso de juramentación como presidente constitucional de la República, el 16 de agosto del 2012, Danilo Medina habló durante un largo rato de su plan de gobierno para el cuatrienio que abarcaría su gestión al frente de la Administración&#82

En su discurso de juramentación como presidente constitucional de la República, el 16 de agosto del 2012, Danilo Medina habló durante un largo rato de su plan de gobierno para el cuatrienio que abarcaría su gestión al frente de la Administración Pública, y que ya se encuentra en la recta final.

Un simple ejercicio de búsqueda en internet, para mayor facilidad de los incrédulos, bastaría para recordar que en esa ocasión el presidente Medina, más que enfático, fue marcadamente insistente en pronunciar la palabra transparencia en varios párrafos de su extenso y bien preparado discurso.

Y no fue casual. Danilo quería dejar claramente establecido que en un gobierno suyo no habría lugar para apoyar indelicadezas de ningún tipo, sin importar la categoría o vinculación personal o política del funcionario que la cometiese.

“Promoveré en todas las instancias la cultura de la legalidad y la transparencia”. Esta fue una de las varias frases en que Danilo dejó ver a lo largo de toda su alocución ante la Asamblea Nacional, su inquebrantable compromiso ante el pueblo dominicano de garantizar la diafanidad del manejo de los recursos públicos.

Las palabras pronunciadas el pasado sábado por el presidente Medina, donde proclamó que su gobierno se inscribe dentro de los más honestos que ha tenido el país, no son más que el vivo reflejo de la actitud y conducta coherente del primer mandatario con aquel discurso que arrancó aplausos de un pueblo que casi cuatro años después sigue respaldando sus líneas de acción.

En otras reflexiones he dicho que no se trata de intentar tapar con un dedo el desliz de gente que no siempre predica con el ejemplo en las esferas del poder. Pues, como otros sectores preocupados por el devenir de nuestro pueblo, me he colocado del lado de quienes cuestionan las faltas cometidas por servidores públicos deshonestos y poco creíbles.

Y en su momento, esas personas también recibieron la desaprobación del presidente Medina. Y para muestra hay más de un ejemplo de gente que quisieron empañar la imagen de un gobierno transparente, inclusivo y con demostrada capacidad de gestión al servicio de los más vulnerables.

Entonces, sacar de contexto, con intenciones dañinas, las palabras de un Presidente humilde, decente y honrado, y que ha sabido combatir el más mínimo asomo de corrupción en su gobierno, es un comportamiento repudiable, ilógico y del todo irrazonable.

Si Danilo asegura que tiene sus manos limpias y libres de pecado, el rol de la oposición política es demostrar ante las instancias de lugar todo lo contrario a lo que afirma nuestro gobernante. No vomitar las frustraciones propias de partidos sin orden ni programación, esgrimiendo argumentos vacíos y que no resisten discusión alguna en el ámbito estrictamente académico.

Danilo sigue en la cima de una popularidad ganada al fragor de muchos años de trabajo, sin descanso. La gran beneficiada es esa mayoría que por décadas se mantuvo rezagada, olvidada por gobiernos integrados por esos mismos dirigentes políticos que ahora tienen el descaro de opinar sobre lo que no fueron capaces de hacer, cuando ese mismo pueblo les dio la oportunidad.

Nadie está obligado a pensar y mucho menos actuar contra su propia voluntad. El disentimiento es parte esencial de un Estado democrático. Pero promover el descrédito sobre la base de planteamientos infundados, además de injusto y reprochable, es un estilo de oposición política evidentemente dislocado.

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