Una pregunta sin respuesta

Admito mi carencia de respuesta para algunas de las más importantes preguntas que muchas veces me formulo. Por ejemplo, ¿por qué escribo una columna diaria desde septiembre de 1978? ¿Por dinero? No lo creo. Lo que me pagan no me resuelve ningún&#8230

Una pregunta sin respuesta

¿En qué medida está el país en capacidad de superar su elevado nivel de pobreza y qué fórmulas, dentro de parámetros democráticos, tienen los partidos y sus líderes para plantear solución a ese problema tan acuciante? La realidad es que,…

Admito mi carencia de respuesta para algunas de las más importantes preguntas que muchas veces me formulo. Por ejemplo, ¿por qué escribo una columna diaria desde septiembre de 1978? ¿Por dinero? No lo creo. Lo que me pagan no me resuelve ningún problema. ¿Entonces, por qué lo hago? ¿Acaso es la búsqueda de fama o reconocimiento? Descartado. Detesto la primera y dudo que se obtenga lo segundo por esa vía. ¿Por vanidad? Aún no sufro de ese mal. ¿Para probarme a mí mismo? No necesito hacerlo. Me basta con mi familia. ¿Para estar en el centro de la energía que mueve a esta sociedad? ¡Imposible, daría cualquier cosa para estar lejos de ella!

Pero debe haber una razón, sin duda. Tal vez tan poderosa que sea incapaz de comprenderla. Pasa muy a menudo en un mundo atormentado, donde las personas viven angustiadas por el duro quehacer diario, asfixiadas muchas de ellas en una abundancia extrema y a veces aniquiladora del espíritu, y otras, en número mayor, atrapadas en una terrible escasez desconsoladora.

Cuando comencé a escribir a diario restándole tiempo a mis obligaciones como ejecutivo de un periódico, me ilusionaba la idea de contribuir a la solución de problemas nacionales o por lo menos a despejar de brumas el camino por el cual transitan muchos lectores.

Me costó tiempo y millones de palabras para convencerme de cuán tonta era esa idea. Me di cuenta años después que a lo sumo uno se gana algunas simpatías y, por supuesto, la animosidad de gente fanática incapaz de admitir opiniones distintas a las suyas. Significa que escogí un oficio equivocado. ¡Ni pensarlo, pues haría lo mismo si tuviera otra oportunidad! ¿Entonces, a qué viene todo esto? ¿Por qué seguir insistiendo? Realmente no lo entiendo, aunque de pronto, sin proponérmelo, he llenado el breve espacio reservado para una entrega de mediados de semana, que tal vez muy pocos leerán.

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¿En qué medida está el país en capacidad de superar su elevado nivel de pobreza y qué fórmulas, dentro de parámetros democráticos, tienen los partidos y sus líderes para plantear solución a ese problema tan acuciante? La realidad es que, con todo y cuanto se ha avanzado en materia de desarrollo político, la democracia dominicana resulta insustancial a un número sumamente elevado de la población.

Esto hace que la mayoría se sienta poco ligada a su porvenir y  menos entusiasmada con su supervivencia. Por eso, a pesar de los espejismos y las perniciosas tendencias nacionales al auto-engaño y la auto-sugestión, hay tan poca relativa militancia democrática  real en este país.

Para aquellas legiones de hombres y mujeres que carecen de trabajo, de seguridades económicas y sociales y, por tanto, imposibilitados de enviar a sus hijos a escuelas seguras y decentes, y se les mueren los niños cuando enferman por los pésimos servicios públicos de salud, la democracia es una palabra hueca; vacía, sin sentido.

No nos engañemos creyendo que es incierto porque caeríamos en el error imperdonable de perpetuar una situación a la que podríamos en cambio dar remedio a mediano o largo plazos.

La tarea fundamental de los líderes nacionales que creen en la democracia como un sistema viable capaz de garantizar el bienestar general de la sociedad, debería ser la de atacar con decisión y energía los infernales y angustiosos grados de pobreza que corroen sus cimientos. Porque además esos niveles de pobreza constituyen una afrenta y una verdadera tragedia que ofende y llena de vergüenza a la República.

La pregunta  fundamental que la mayoría de nuestra dirigencia elude con carácter permanente es la siguiente: ¿Qué compromiso puede ligar a una persona con un sistema que no le protege socialmente?, y para la cual carece  por el momento, como es evidente, de respuesta alguna. l

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