Pase lo que pase y gane quien gane, esta ha sido una temporada mediocre en términos defensivos. Si fuera a identificar una característica general que definiera este torneo de béisbol dijera que esta ha sido la campaña de los errores. No hay dudas de que esta vez el nivel de nuestro torneo bajó de categoría, nosotros que nos jactamos de tener una pelota que bordea las fronteras de las Grandes Ligas.
Es que usted va al estadio y no parece que veía un juego entre profesionales por el deprimente espectáculo que brindan los jugadores con sus tantos errores, incluidos los que no se marcan, que en ocasiones son más.
El pasado miércoles el Licey venció en un juego de importancia a los Gigantes. Se suponía que era un juego de altos quilates por su grado de importancia. Sin embargo, estos dos equipos se combinaron para nueve errores “marcados” y ensuciaron casi las diez carreras que se hicieron esa noche. Hoy más que nunca queda claro que la defensa merece más crédito del que se le da. No por casualidad el conjunto que mayor cantidad de “pifias” cometió en la temporada regular, las Estrellas de Oriente (73), quedó en la última posición, pero tampoco por arte de magia la escuadra que menos errores hace en este Round Robin se encuentra ya anclada en la Serie Final (Leones del Escogido, con 15).
Me gustaría saber qué fuera de las Águilas Cibaeñas, que hasta anoche tenían pírricas posibilidades de avanzar a la instancia final, sin algo menos de sus 70 errores cometidos en la contienda regular y con poco menos de sus 29 pifias en las semifinales. Hablamos de 99 errores en 66 partidos. Como nos jactamos, insisto, de comparar nuestro béisbol con las Grandes Ligas, les cuento que el líder en la temporada pasada fueron los Astros de Houston con 125, pero en 162 encuentros y que 20 organizaciones no llegaron a 99 errores en toda la campaña, según me acotó mi compañero Yancen Pujols.
Los Tigres llevaban hasta anoche 22 pifias marcadas en 16 choques y realizaron 61 en la temporada regular, esta última cifra, la tercera mayor entre los seis competidores. O sea, no es cuestión sólo de las Águilas, sino del torneo, uno muy pobre, por cierto.
