Veda en Haití y tímida diplomacia

Una semana ha trascurrido después que las autoridades haitianas decretaron una veda a la importación de pollos y huevos procedentes de República Dominicana, con la excusa de la existencia de gripe aviar, un argumento desmontado por un informe de…

Una semana ha trascurrido después que las autoridades haitianas decretaron una veda a la importación de pollos y huevos procedentes de República Dominicana, con la excusa de la existencia de gripe aviar, un argumento desmontado por un informe de la Organización Panamericana de Salud que declaró a esta nación libre de esa enfermedad avícola.

El impacto en el comercio binacional a lo largo de la franja fronteriza ha sido letal y, aunque todavía no hay un balance oficial, algunos entendidos en la materia sitúan en decenas de millones de pesos las pérdidas para los productores nacionales, sobre todo los ubicados en el Cibao Central y la región Noroeste.

Lo que sí se sabe es que el intercambio de mercaderías y todo tipo de productos entre haitianos y dominicanos moviliza al año alrededor de 2,000 millones de dólares y constituye la principal fuente económica para cientos de productores y comerciantes en Haití y República Dominicana.

Este jueves 14 de junio las autoridades dominicanas esperaban el levantamiento del impedimento como lo prometió una comisión que recibió a una misión ministerial enviada por el presidente Danilo Medina el miércoles en la mañana, pero al concluir una maratónica sesión el Consejo de Ministros, presidida por el premier Laurent Lamothe, dejó plantados a los dominicanos.

La decisión de la veda no fue notificada de manera formal al gobierno dominicano, que es lo correcto en el plano diplomático.

La imposibilidad de alcanzar un acuerdo para la eliminación de las trabas impuestas por Haití ha motivado la exploración de otras opciones de mercados.

Sin embargo, en lo que eso viene los pollos y los huevos están en las granjas y en los almacenes, empeoran las condiciones para los productores avícolas que, desde tiempos atrás padecen una aguda crisis. Todo este remolino es una herencia del mal manejo históricamente dado por las autoridades dominicanas a sus relaciones con Haití, a la incapacidad y el descuido por normalizar el comercio con esa nación que, por tiempos inmemoriales, se ha desarrollado en la informalidad, sin normas ni reglas de juego claras fijadas por ambos Estados.

Quizás sirva este conflicto como un llamado de alerta a la necesidad de reorientar la política hacia Haití y trabajar, en forma conjunta, hacia la construcción de una convivencia armónica, establecer un nuevo sistema de comunicación con base al diálogo permanente, al apoyo mutuo y a la solidaridad para resolver los problemas comunes y particulares de  Haití y República Dominicana.

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