Violencia y salud mental

Los hechos violentos son las expresiones manifiestas de la inquietante inseguridad. Pero hay otras manifestaciones que por fortuna no terminan como “hechos violentos”, que son igualmente preocupantes, y que están al doblar de la esquina o en…

Los hechos violentos son las expresiones manifiestas de la inquietante inseguridad. Pero hay otras manifestaciones que por fortuna no terminan como “hechos violentos”, que son igualmente preocupantes, y que están al doblar de la esquina o en cualquier vecindad, en las grandes avenidas y en los centros comerciales.

Es la agresividad “oculta”, la que llevamos dentro. Las personas conducen los vehículos con un raro ímpetu, como si no les importara llevarse al otro.
Pocos manejan a la defensiva, sino ofensivamente. Vehículos mal estacionados en las calles, a ambos lados, estrechan el paso. Cuando se aproximan otros conductores en sus carros, yipetas o camiones, cada uno siente que tiene preferencia. Pocos ceden el paso. Eso es una fuente de confrontación. Se dicen cosas, y puede terminar en sangre.

Lo mismo sucede con la concurrencia en un cruce sin semáforos encendidos. El más atrevido pasa primero, y de qué forma. Los riesgos son horribles.
Si un conductor, por alguna inadvertencia, pasa algo cerca de un transeúnte, el pobre ciudadano de a pie, irritado, puede lanzar un improperio.

Si se llama a una institución, pública o privada, se puede encontrar con un servidor que responde cualquier interrogante con una pachotada. Como si no debieran dar un servicio.

Una irritabilidad invade el panorama. Cuando se le agrega alcohol, surge el peligro de muerte.

Hay mucha gente con propensión o directamente con actitudes proclives al conflicto.

¿Una epidemia de violencia que sólo podemos imaginar?

¿Qué organismos de salud colectiva trabajan esa irritabilidad, qué la provoca; qué tiene que ver con la violencia creciente al margen de los criminales profesionales?

¿Qué tanto el Estado valora los programas de orientación sicológica o siquiátrica en los servicios de salud colectiva?

Preocupa el Aedes aegypti y sus secuelas, y las demás enfermedades con vocación epidémica. ¿Y las perturbaciones mentales?

En un país donde la asistencia sicológica y siquiátrica es un privilegio, excluido de la seguridad social, ¿quién puede negar, a ciencia cierta, que mucha de la violencia que estamos sufriendo no tenga un componente en múltiples desequilibrios existenciales de medio país?

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