La violencia: su vinculación con el comportamiento en la política (3 de 3)

En las entregas anteriores de este artículo, he tratado de conectar la acción fallida del Estado sobre la violencia que está caracterizando a la sociedad actual, con la debida aclaración de que no hay como prevenirla, pues la delincuencia y el…

En las entregas anteriores de este artículo, he tratado de conectar la acción fallida del Estado sobre la violencia que está caracterizando a la sociedad actual, con la debida aclaración de que no hay como prevenirla, pues la delincuencia y el terror, como actos no sociales, se pueden mitigar, pero nunca erradicar. Sin embargo, dando seguimiento al pensamiento de la resistencia judía en los espacios de influencias germanos, que el terror no es lo mismo que la violencia; es más bien, la forma de Gobierno que llega a existir cuando la violencia, tras haber destruido todo poder, no abdica, por el contrario, sigue ejerciendo un completo control de los espacios en donde actúa.

Esta premisa permite aludir que la violencia puede destruir el poder puesto a los instrumentos que le son inherentes a ella, sin embargo, no puede crearlo; ya que el poder es fruto de la acción libre de los ciudadanos, no de la cohibición de su libertad.

No puede pasar desapercibido este argumento, pues en él se ponen de manifiesto todas las acciones y situaciones desastrosas que desde el Estado se cometen en nombre de la política, pero que enteramente son escenarios de violencia dado que el mismo Estado nunca ha servido de árbitro imparcial que pueda encaminar acciones para poner fin a toda esta situación que nos lanza a la venganza privada, o a la seguridad particular, cuando las instituciones llamadas a velar por el bienestar de los ciudadanos de un determinado espacio, son quienes traen la desconfianza a quienes deberían vivir en plenitud.

El elemento de la violencia aparecerá cuando el poder esté en riesgo, sin embargo, el poder se debería ubicar por encima de la misma. En suma, desde nuestra perspectiva, coincidiendo con Heidegger, que es coincidir con Arendt, en condiciones ideales, no debería existir una relación directamente proporcional entre violencia y política, como existe actualmente, dado que ambos surgen por motivos distintos y buscan diferentes fines, pero la infuncionalidad estatal nuestra, provoca que lo que en política se posibilita, en la violencia suceda igual, cuando lo que debería existir es una restricción de la política sobre la violencia.

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