Lo ya visto en Argentina

El peso argentino se devaluó un 15% la semana pasada, lo que llevó su pérdida acumulada al 35%  en los últimos 12 meses, el peor desempeño de cualquier moneda a nivel internacional. El gobierno de la Sra. Cristina Kirchner confronta,…

El peso argentino se devaluó un 15% la semana pasada, lo que llevó su pérdida acumulada al 35%  en los últimos 12 meses, el peor desempeño de cualquier moneda a nivel internacional.

El gobierno de la Sra. Cristina Kirchner confronta, pues, una crisis  devaluatoria, cuya causa reside en un desbordado gasto fiscal equivalente al 40% del producto bruto argentino. La política monetaria, lejos de frenar esta descontrolada expansión del gasto público, mantuvo bajas las tasas de interés reales, lo que alimentó aún más el desequilibrio de la economía.

Este desequilibrio provocó una inflación de un 28 % anual, una reducción del superávit de la balanza de pagos y una caída de las reservas internacionales de  23 billones de dólares, lo que, a su vez,  puso en duda la solvencia de la deuda argentina, cuya prima de riesgo subió el jueves pasado a 1,066 puntos básicos la más alta de Latino-américa.

La devaluación del peso argentino ayudará a frenar la caída del superávit comercial, pues restaura momentáneamente la competitividad de las exportaciones, lo que debería frenar la pérdida de reservas internacionales.

Sin embargo, la devaluación por sí misma no restaurara equilibrio macro-económico, si no es complementada con una política  monetaria restrictiva que eleve las tasas de interés reales y una política de austeridad para reducir el déficit fiscal. Estamos pues ante la desagradable necesidad de aplicar una receta del Fondo Monetario Internacional (FMI), sin el Fondo.

Como resultado, la actividad económica disminuirá, el desempleo aumentará, pero las cuentas externas y las reservas de la Argentina deberían mejorar por un aumento de las exportaciones y una reducción de las importaciones producida por la caída del ingreso, lo que finalmente deberá aumentar la confianza en el peso argentino, frenando la huida de capitales. 

¿Podrá un gobierno populista aplicar semejante receta? De no hacerlo, corre el peligro de repetir la experiencia del “Rodrigazo” de 1975, cuando una devaluación provocó una inflación del 300 por ciento. Además, las recurrentes crisis monetarias e inflacionarias argentinas complican la presente situación, pues necesariamente condicionarán la reacción de  los agente económicos, quienes recuerdan la inflación del 3,000 % de los años ochenta y la desastrosas secuelas de la crisis de comienzo de los años 2000.

Al final de cuentas la presente crisis demuestra una vez más la inviabilidad del modelo populista. El intentar complacer a los diferentes grupos sociales más allá de las posibilidades económicas de un país tarde o temprano hará crisis.

El gobierno de la Sra. Kirchner intentó  manejar la crisis utilizando diferentes medidas burocráticas, como  la congelación de la tarifas de energía, la limitación a la repartición de los beneficios corporativos y al acceso a las divisas fuertes. Algunos analistas han contado hasta treinta medidas burocráticas de control económico, que finalmente no han servido de nada. l

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