La polémica sentencia vista desde fuera

La sentencia emitida por el Tribunal Constitucional quizás no tenía vocación de convertirse en célebre, pero así ha resultado.

La sentencia emitida por el Tribunal Constitucional quizás no tenía vocación de convertirse en célebre, pero así ha resultado. No sólo ha logrado dividir la sociedad dominicana en momentos que requieren genuinos consensos con miras a grandes pactos en agenda, sino que también ha puesto al país a sonar en el concierto internacional, una vez más en no muy buenos términos. Al menos eso es lo que percibo como estudiante dominicano en el exterior.

La semana pasada los partidos de la izquierda francesa convocaron en París a un encuentro multitudinario en contra del auge de los extremismos en Francia, en respuesta a una serie de actos racistas que se han generado contra la actual ministra de justicia nacida en la Guyana, territorio francés de ultramar. Minutos antes de empezar el evento, conversé con un señor mayor sentado a mi lado, oriundo de la isla caribeña de Guadalupe.

Me dijo que conoció el este de República Dominicana, pero extrañamente no visitó Punta Cana, sino los campos de caña de azúcar. También que anduvo por alrededores de la frontera domínico-haitiana por Jimaní. Y por supuesto, el tema de la histórica sentencia no se hizo esperar. “Ah, pero yo vi que ustedes los dominicanos le hicieron una jugada sucia a los haitianos. Que le van a quitar la nacionalidad a los que llevan años viviendo en República Dominicana, y se van a quedar apátridas. Eso está mal…”.

Igual ocurrió con un compañero de maestría haitiano que desde Nueva York me envió con preocupación las noticias de que el ministro de la Presidencia dominicano canceló la reunión con el canciller haitiano en Venezuela, de las deportaciones forzosas y de supuestos fusilamientos de haitianos.
Lamentablemente, no se encuentra en internet con igual facilidad las noticias en inglés o en francés que dicen que tanto el ministro dominicano de las Fuerzas Armadas, y luego, el mismo canciller haitiano, desmintieron lo de los asesinatos, por ejemplo.

Infructuosos fueron los esfuerzos no por justificar ni rechazar la sentencia, pero por explicarles la complejidad del tema y la buena voluntad de la mayoría de los dominicanos hacia los haitianos. Es difícil cambiar la percepción negativa que se tiene del Estado dominicano, alimentada por imperios mediáticos internacionales, a partir de argumentos de un simple estudiante o particular ciudadano dominicano. Esta crisis internacional obliga a mirar hacia adentro y a reflexionar sobre la idoneidad del modelo de servicio exterior dominicano de las últimas décadas, y la imperante necesidad de profesionalizar y fortalecer la carrera diplomática y consular.

El autor estudió Comunicación Social y Ciencias Políticas. Se especializa en Asuntos Públicos en París, Francia.

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