Ciudadanía duda qué hacer ante un eventual desastre

A finales de mayo último en gran parte del país se sintió un temblor de tierra de 5.8 en la escala Richter, cuyo epicentro se localizó a 38 kilómetros de Boca de Yuma, en la provincia La Altagracia.

A finales de mayo último en gran parte del país se sintió un temblor de tierra de 5.8 en la escala Richter, cuyo epicentro se localizó a 38 kilómetros de Boca de Yuma, en la provincia La Altagracia.A pesar de que muchos sentimos moverse el piso bajo los pies, la mayoría asumimos el evento como que nada estaba pasando.

El hecho es demostrativo de que una gran mayoría de las personas todavía no asimilan las más elementales recomendaciones a la hora de enfrentar cualesquiera eventos naturales catastróficos, como sismos o huracanes, a pesar de lo vulnerable del país.

Esto, a pesar de que todavía está fresca en la memoria cómo un sismo de 7.0 grados en la escala de Richter destruyó gran parte de Puerto Príncipe, la capital de Haití, país con el que compartimos la misma isla.

El Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (Codia) y la Sociedad Dominicana de Ingeniería Sísmica (Sodosísmica), han advertido en diferentes momentos que alrededor del 70% de las edificaciones del país, como escuelas y hospitales, no son resistentes a un sismo de gran magnitud.

Ejemplo de ello es que a una gran cantidad de los edificios de más de cinco pisos se les han construido sus parqueos en el primer nivel y el resto de la estructura sobre columnas que pueden quebrarse ante una sacudida brusca de cierta magnitud.

Para el Codia, esas edificaciones llamadas de piso suave son una trampa mortal, e incluso son violatorias del “Reglamento para el Análisis y Diseño Sísmico de Estructuras”, que las prohíbe, a pesar de lo cual se continúan construyendo. Sin embargo, el Gobierno afirma que las construcciones e intervenciones de nuevas escuelas y hospitales se hacen apegadas al Reglamento, por lo que dan garantía de que son sismorresistentes, pero lo cierto es que no hay garantías en cuanto a la seguridad de la mayoría de las estructuras conque cuenta el país, como puentes y carreteras.

La vulnerabilidad ciudadana ante las catástrofes naturales se pone de manifiesto cada año para esta época de temporada ciclónica, cuando ante cualquier tormenta varias personas pierden la vida por ignorar las recomendaciones preventivas, incluso, miembros de los organismos de socorro que carecen de los equipos mínimos para prestar auxilio y preservar sus vidas. A propósito del inicio de la presente temporada ciclónica que termina el 30 de noviembre, la directora de la oficina Nacional de Meteorología, Gloria María Ceballos, observó que más del 70% de la población es vulnerable a inundaciones, deslizamientos de tierra y crecidas de ríos.

Planes inefectivos

A nivel de literatura el país cuenta con planes técnicamente bien diseñados para enfrentar eventuales catástrofes naturales, pero resultan poco efectivos a la hora de ser implementados.

En la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) recae la responsabilidad de coordinar las respuestas ante las eventualidades, como son terremotos, huracanes, tsunamis e incluso, ataques de corte terrorista, mientras que la Defensa Civil, también parte del CNE, afirma que tiene identificada cerca de 3,400 edificaciones que pueden albergar a casi 900,000 personas en casos de inundaciones. No obstante, esas instituciones carecen de los equipos necesarios para responder de forma rápida a las eventualidades, aunque se asume que ante el hecho los recursos humanos, técnicos, mecánicos y tecnológicos necesarios del Estado estarían disponibles.

Sin continuidad no hay conciencia

El recuerdo de cómo se movía el piso bajo los pies y continuar la cotidianidad como que nada pasa es indicador del nivel de conciencia que se tiene ante un eventual evento natural catastrófico.

Recomendaciones como que no se llene de pánico ante un temblor y alejarse de todo lo que pudiera caerse, son pasadas por alto. También aquélla sobre colocarse bajo una mesa o el marco de las puertas interiores y alejarse de las ventanas y muros, o salir corriendo si se está en un segundo o más piso.

Y es que, a los pocos ejercicios que sobre cómo enfrentar eventuales desastres naturales se hacen, no se les da continuidad, ni a nivel público ni privado, razón por la que en situaciones como la señalada el personal se encuentra atrapado sin saber qué hacer, pues no se llevan a cabo ensayos al respecto. Ayer, elCaribe preguntó al azar vía telefónica a 30 personas de distintos puntos de la capital sobre si había participado en un ensayo para enfrentar un eventual desastre, y solo dos respondieron de forma afirmativa.

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