Emociones y bolsa de valores

Está científicamente comprobado que el cerebro humano (y el de los monos como caso curioso) es asimétrico en cuanto a las pérdidas: el sufrimiento de perder algo es mucho mayor que el placer de obtenerlo.Quizás es por esto que muchos…

Está científicamente comprobado que el cerebro humano (y el de los monos como caso curioso) es asimétrico en cuanto a las pérdidas: el sufrimiento de perder algo es mucho mayor que el placer de obtenerlo.

Quizás es por esto que muchos ricos son infelices. A pesar de tener en abundancia, viven intranquilos por la posibilidad de perder.

Esta característica se refleja claramente en el mercado de valores.

Consideremos el caso de los no muy expertos en finanzas, que deciden invertir en la bolsa. Un asesor les aconsejaría olvidarse de monitorear continuamente el valor de esa inversión. Porque las bolsas oscilan, pero al final vuelven al punto de partida. De hecho, el mercado bursátil americano bajó un 60 pc entre 2007 y 2009, y desde entonces ha recuperado todas las pérdidas.

Pero a la primera crisis, muchos ignoran la recomendación. Su cerebro asimétrico se olvida de lo que ha ganado y comienza a sentir demasiado dolor por lo que ha perdido. Se arrepiente de su decisión y entonces los convence de vender las acciones en el peor momento: el del desplome. Y esto provoca más desplome todavía.

Es precisamente por esta especie de locura momentánea que las bolsas pueden desplomarse más allá de sus causas fundamentales. Y que los economistas reconocen la presencia de aspectos misteriosos en las crisis, relacionados con la mente humana y su manejo irracional de las pérdidas.

La realidad es que así como las irregularidades de una costa se pierden si se miran desde un avión, las oscilaciones bursátiles pierden importancia en el tiempo. Si se toma un período de cuarenta años, por ejemplo, se termina con un valor final más elevado que si se hubiese optado por un tipo de inversión más estable.

Como aconseja el asesor, lo que conviene a la larga es dominar las emociones, y esperar confiados. Resistir la tentación de perderse en los detalles, para no exaltarse demasiado en los períodos de fuerte crecimiento, ni caer en una depresión en las caídas.

Porque al final, los mercados de valores acaban alegrándonos la
vida si lo logramos.

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