¡Indudablemente solidarios!

Una de las características que nadie le puede regatear a República Dominicana es la solidaridad; la actitud para socorrer a países amigos, cuando las circunstancias lo ameriten y en función de sus posibilidades. Y es esa, precisamente, la esencia&#823

Una de las características que nadie le puede regatear a República Dominicana es la solidaridad; la actitud para socorrer a países amigos, cuando las circunstancias lo ameriten y en función de sus posibilidades. Y es esa, precisamente, la esencia de las relaciones internacionales, incentivar la hermandad entre naciones, sobre todo en temas que resulten fundamentales para la paz y el correcto desarrollo de los pueblos. Es parte de una línea invariable del Estado dominicano, que se ha fortalecido en los gobiernos de Danilo Medina. Justo es también reconocer que esta filosofía de trabajo es producto del valioso proceso de transformación institucional impulsado en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Esta actitud de pueblo hermano, sensible ante contextos adversos, se puso de manifiesto con la situación que vive Haití, tras el paso del huracán Matthew.

En un hecho sin precedentes, el presidente Medina viajó personalmente hacia el país vecino, para ver, sin que nadie le contara, el panorama que mantiene perturbados a cientos de miles de personas.

Nunca antes un mandatario dominicano (y creo que de ninguna otra nación) había viajado a Haití en medio de una situación como la que afrontan los haitianos. Medina lo hizo a su estilo, sin bullas ni aspavientos mediáticos, porque le interesaba conocer de cerca la angustia de un pueblo que todavía no se repone del destructivo terremoto que en enero del 2010 arremetió contra su capital, Puerto Príncipe.

Fruto de este encuentro con las autoridades haitianas, el Gobierno dominicano decidió disponer de los recursos necesarios para enviar ayuda a nuestros vecinos.

Cuando el terremoto del 2010, además de ordenar el envío de alimentos, medicina y personal de apoyo, el ex presidente Leonel Fernández visitó a los afectados, que fueron ingresados a los principales hospitales del país. Pero fuera de estos momentos de infortunio motivado por fenómenos propios de la madre naturaleza, y al margen de la errada percepción internacional frente a estas relaciones, República Dominicana está presta siempre para tender su mano amiga al vecino país, y a actuar en su favor según sean dadas las circunstancias. Esta ha sido nuestra actitud: la pronta respuesta. No la indiferencia que se nos restriega injustamente. Cuando los pueblos enfrentan realidades funestas, que atenten incluso contra la vida misma de sus ciudadanos, lo que urge son acciones inmediatas, más allá de discursos prefabricados de solidaridad internacional, tan recurrentes en organismos de trascendencia mundial. Insistir en la inventiva de que Haití es un pueblo olvidado por los dominicanos, obliga a concluir en que eso obedece a un plan de descrédito internacional, orquestado por organizaciones que nunca dicen presente cuando nuestro vecino necesita mucho más que palabras. No con menos razón, Woody Allen, actor, director y escritor estadounidense, dijo alguna vez: “Las cosas no se dicen; se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”.

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