La política norteamericana en el Caribe. De la Doctrina Truman al Plan Marshall

Mientras todo esto ocurría, la diplomacia norteamericana seguía activa, quizás porque veía que las convulsiones en Europa culminarían en una Segunda Guerra Mundial. Había que preparar al continente. En septiembre de 1939 promovieron la I Reunión&#8

Mientras todo esto ocurría, la diplomacia norteamericana seguía activa, quizás porque veía que las convulsiones en Europa culminarían en una Segunda Guerra Mundial. Había que preparar al continente. En septiembre de 1939 promovieron la I Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de los Estados Americanos con el fin de preservar, defender y proclamar la neutralidad ante el estallido de la guerra. La situación cambió al año siguiente cuando Holanda y Francia cayeron bajo el dominio de los nazis. Por esta razón, en 1940, promovieron la II Reunión de Cancilleres Americanos que fue celebrada en La Habana. El objetivo del encuentro era discutir el destino de las dependencias en América de las posesiones europeas, especialmente de Martinica, Guyana y Guadalupe, las islas que eran propiedad de Francia, así como de Curazao, Aruba, Bonaire y Suriname, que eran las posesiones de Holanda. La gran pregunta que se hacían todos era: ¿Querrá Alemania ocupar esos territorios, que eran a su vez posesión de las naciones ocupadas?

La Segunda Guerra Mundial, tragedia para Europa, trajo consecuencias positivas para el continente americano. La crisis de producción europea provocó el aumento de la demanda y por ende de los precios de los productos agrícolas y manufacturados de los países, permitiendo que América Latina viviera un período de relativa prosperidad.
El llamado a la neutralidad, que había propuesto el Gobierno de los Estados Unidos, fue puesto a prueba con el ataque a la base norteamericana de Pearl Harbor en diciembre de 1941. Sin dudarlo, declararon la guerra. Luego le siguieron todos los demás países de América Latina.

La guerra terminó en 1945 después del bombardeo atómico en Hiroshima y Nagazaki que produjo más de 140,000 víctimas y la entrada de los aliados a Alemania. Hitler se suicida. Mussolini cayó en Italia. Finaliza la guerra y se inicia otra: la Guerra Fría.

La cortina de hierro imaginaria, que dividió oriente y occidente, dio inicio a la carrera armamentista. El primero estaba liderado por la Unión Soviética y China, aunque después se separaron. El segundo por los Estados Unidos y los países de Europa. Los años que siguieron fueron de terribles enfrentamientos ideológicos. Cada bloque comenzó a organizarse y fortalecerse en sus respectivas áreas de influencia, y, por supuesto, a debilitar al otro. El espionaje en uno u otro bando se hizo popular.

El imperio norteamericano inició una política exterior agresiva. Su predominio en el hemisferio occidental no estaba en cuestionamiento. Así, en marzo de 1947 fue proclamada la “Doctrina Truman”. El presidente Harry Truman consiguió del Congreso un programa de ayuda de 400 millones de dólares para ayudar a Grecia y Turquía, países clave para la expansión soviética, ya que dominaban las bahías de Bósforo y Dardanelos. Se les proveería también, como era de esperarse, las armas necesarias para enfrentar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

El Plan Marshall, creado por el Secretario de Estado de los Estados Unidos, el Sr. George Marshall en junio de 1947, fue añadido a la llamada Doctrina Truman. El nuevo plan era el complemento perfecto de la “Doctrina Truman”. Se planteaba un programa de asistencia económica a los países europeos que habían quedado destruidos después de la guerra, a fin de evitar una posible ayuda del lado contrario. Fueron excluidas Finlandia y España. El plan fue exitoso, tanto, que en 1948 fue creada la Organización del Atlántico Norte, mejor conocida como la OTAN. La Unión Soviética no se quedó atrás, para combatir al nuevo organismo creó en 1955 el Pacto de Varsovia que incluía a las naciones de la Europa Oriental.

América Latina, por su parte, fue también objeto de preocupación de los Estados Unidos. En septiembre de ese importante año de 1947 se acordó en el marco de la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad Continentales, firmar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). El tratado sería el marco jurídico de acción continental ante posibles ataques de la Unión Soviética o sus aliados. Así el TIAR fue para América lo que la OTAN fue para Europa.

La OEA apoyó la creación del TIAR. Ambas instancias sustentaban sus acciones en cuatro principios: la no intervención, la igualdad jurídica de los Estados, el arreglo pacífico de las diferencias existentes y la defensa colectiva contra las agresiones.

La política anticomunista de los Estados Unidos definió, como era de esperarse, la política exterior norteamericana durante los largos años de la Guerra Fría. Su influencia en América Latina se evidenció en la IV Reunión de Consulta de Cancilleres Americanos, celebrada en Washington en 1951. En este encuentro de altísimo nivel se adoptó una resolución en la que se recomendaba a los gobiernos de los países del hemisferio que adoptaran medidas urgentes por el auge del comunismo.

Estados Unidos jugó durante todos estos años el papel de guardián internacional de la paz hemisférica y del mundo. En su zona de influencia, especialmente América Latina, comenzaron a surgir grupos de izquierda revolucionarios que tuvieron gran incidencia en la población joven. Ante este peligro inminente, no dudó en apoyar a las dictaduras, a los gobiernos de facto. Por su parte, el populismo crecía en algunos países. Era un peligro darle el poder a las masas. Esto explica el derrocamiento de gobiernos democráticos en Venezuela y Perú ocurridos en 1948; y el de Cuba en 1952. Explica también por qué políticos como Juan Bosch no pudieron gobernar.

La política exterior e interior de los norteamericanos estaba orientada a combatir el comunismo. La caza de todos aquellos que osaran pensar defendiendo estas ideas era cotidiana. Los enfrentamientos estaban a la orden del día. Una nueva inquisición se levantaba en el mundo, como en la Europa medieval.

Así transcurrieron los primeros 50 años del siglo XX. Tiempos de crisis política, de dictaduras, de enfrentamientos ideológicos, de expansión, crisis y recuperación de la economía occidental. El mundo estaba dividido en dos mitades. Una cortina de hierro imaginada se levantó y dividió el oriente y el occidente.

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