La política norteamericana en el Caribe. Alianza para el Progreso o la contrainsurgencia vestida de ayudas, 1

Jamás – en la larga historia de nuestro hemisferio- ha estado este sueño tan cerca de ser realidad, y jamás ha estado en mayor peligro.

Jamás – en la larga historia de nuestro hemisferio- ha estado este sueño tan cerca de ser realidad, y jamás ha estado en mayor peligro.
(…) Por primera vez tenemos la capacidad para cortar las últimas amarras de pobreza e ignorancia para liberar a nuestro pueblo para la realización espiritual e intelectual que siempre ha sido la meta de nuestra civilización.

Sin embargo, en este momento de máxima oportunidad, enfrentamos las mismas fuerzas extrañas que una vez más intentan imponer los despotismos del Viejo Mundo a los pueblos del Nuevo. (…)

Nuestros continentes están enlazados por una historia común: la interminable exploración de nuevas fronteras. Nuestras naciones son el producto de una lucha común: la rebelión contra el dominio colonial. Y nuestros pueblos comparten un patrimonio común: la búsqueda de la dignidad y la libertad del hombre. (…)

Del buen éxito de la lucha de nuestros pueblos, de nuestra capacidad para brindarles una vida mejor depende el futuro de la libertad en las Américas y en el mundo entero. El no actuar, el no consagrar nuestras energías al progreso económico y a la justicia social, sería un insulto al espíritu de nuestra civilización y constituiría un fracaso de nuestra sociedad libre.

Pero si hemos de afrontar un problema de tan imponentes dimensiones, nuestro proceder debe ser audaz y a tono con la concepción majestuosa de la Operación Panamericana. Por eso he hecho un llamado a todos los pueblos del hemisferio para que nos unamos en una Alianza para el Progreso, en un vasto esfuerzo de cooperación, sin paralelo en su magnitud y en la nobleza de sus propósitos.

Extracto del discurso del presidente

John Kennedy el 13 de marzo de 1961 en la Casa Blanca ante el cuerpo diplomático latinoamericano, altos funcionarios y miembros del Congreso de los Estados Unidos.

El largo discurso pronunciado por el presidente Kennedy ese famoso 13 de marzo, a dos años y tres meses del triunfo de la Revolución Cubana, tenía como intención lanzar el ambicioso programa “Alianza para el Progreso” que tendría una duración de diez años, es decir hasta 1971. Este ambicioso programa de cooperación, fue una respuesta a la Revolución Cubana, pero sobre todo, a la ebullición revolucionaria que hizo despertar el éxito de Fidel Castro y sus compañeros. Era importante, como hemos dicho en artículos anteriores, porque había que minimizar los efectos de la guerra fría en el corazón del mar Caribe.

El presidente John Kennedy se involucró personalmente en este esfuerzo. En el discurso de presentación de la propuesta fue enfático en sus ideas, y esbozó los elementos principales:

“Primero: Propongo que las Repúblicas Americanas inicien un vasto y nuevo plan de diez años para las Américas, un plan destinado a transformar la década del 1960 en una década de progreso democrático. Estos diez años serán los años de máximo esfuerzo, los años en que deberán superarse los más grandes obstáculos, los años en que será mayor la necesidad de apoyo y respaldo. Y si tenemos buen éxito, si nuestro esfuerzo es suficientemente audaz y decidido, el fin de la década marcará el comienzo de una nueva era en la experiencia americana. (…)

“En segundo lugar, en breve solicitaré una reunión ministerial del Consejo Interamericano Económico y Social, reunión en la que podamos dar comienzo a la urgente obra de planeamiento que habrá de ser la médula de la Alianza para el Progreso. (…) Un Consejo Latinoamericano Económico y Social fortalecido, en colaboración con la Comisión Económica para la América Latina y el Banco Interamericano de Desarrollo, puede reunir a los principales economistas y expertos de nuestro hemisferio para que ayuden a cada país a trazar su propio plan de desarrollo y mantener una revisión constante del progreso económico del hemisferio.

“Tercero: Acabo de firmar una solicitud al Congreso para que apruebe una asignación de 500 millones de dólares, como primer paso encaminado a cumplir con el Acta de Bogotá. Esta es la primera medida interamericana de largo alcance para tratar de eliminar las barreras sociales que obstruyen el progreso económico. El dinero se utilizará para combatir el analfabetismo, aumentar la producción y mejorar el uso de la tierra, extirpar la enfermedad, modificar los arcaicos sistemas tributarios y de tenencia de tierras y proporcionar oportunidades educativas (…).

“Cuarto: Debemos prestar apoyo a toda integración económica que verdaderamente logre ampliar los mercados y la oportunidad económica. La fragmentación de las economías latinoamericanas constituye un serio obstáculo para el desarrollo industrial. (…)

“Quinto: los Estados Unidos están dispuestos a cooperar en el estudio serio y detallado de los problemas relacionados con el mercado de ciertos productos. (…)

“Sexto: Debemos acelerar inmediatamente nuestro programa de emergencia de “Alimentos para la Paz”; ayudar a establecer reservas de víveres en las regiones afectadas por sequías en el desarrollo rural. Los hombres y mujeres que padecen hambre no pueden esperar el resultado de deliberaciones económicas y de reuniones diplomáticas, pues su necesidad es apremiante. (…)

“Séptimo: A todos los pueblos del hemisferio debe permitírseles participar de las crecientes maravillas de la ciencia moderna (…) brindándoles las herramientas que les permitan alcanzar un rápido progreso. (…)

“Octavo: Debemos expandir el adiestramiento de aquellos que lo necesitan para que manejen la economía de los países en rápido desarrollo. Esto significa amplios programas de adiestramiento técnico, para lo cual los Cuerpos de Paz estarán disponibles dondequiera se les necesite. Esto significa igualmente, asistencia a las universidades latinoamericanas e institutos de investigación. (…)

“Noveno: Reafirmamos nuestro compromiso de acudir en ayuda de cualquier nación americana cuya independencia se vea en peligro. (…)

“Décimo: Invitamos a nuestros amigos de América Latina a contribuir al enriquecimiento de la vida y la cultura en los Estados Unidos. Necesitamos educadores que nos enseñen vuestra literatura, vuestra historia y vuestras tradiciones. (…) Sabemos que tenemos mucho que aprender. En tal forma, ustedes podrán aportar una vida espiritual e intelectual más plena al pueblo de los Estados Unidos, contribuyendo así a la comprensión y al respeto mutuo entre todas las naciones del hemisferio.

El espacio se agotó sobre este tema, seguiremos en la próxima entrega. 

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