Todos deploramos el lugar que ocupa República Dominicana entre los países con mayores índices de accidentes de tránsito, prácticamente el primer lugar.

Con mayor razón, todos lamentamos las muertes que ocurren a causa de los accidentes, tantos (en 2016 murieron 3,118 personas, y en 2017, 2,804 a causa de los mismos accidentes) que ya son considerados una pandemia, con el agravante de que pareciera que no tiene remedios.

Nos alarmamos cuando ocurren hechos como el más reciente en que cinco muchachos de San Francisco de Macorís perdieron sus vidas. (Hablamos de los muertos por esa causa, pero escasamente se mencionan los lesionados. En 2016 resultaron lesionadas 105 mil 873 personas, y en 2017 otras 97,821 sufrieron daños a veces con secuelas, como limitaciones motoras.
Y ni hablar de los impactos en la economía y en la estabilidad emocional de las familias).

Nos inquietan todas esas cosas, todos esos accidentes, pero no se enfatiza en los factores, en las causas que los generan. Pocos desean mirar hacia allá. Las instituciones, cuando levantan sus registros se conforman con identificar los tipos de accidentes: volcaduras, estrellamientos, colisiones, choques contra animales, caídas de vehículos, atropellamientos.

Pero no siempre se resalta que los accidentes con mayores índices de letalidad están asociados a la ingesta de alguna sustancia que afecta las capacidades de los conductores.

No se registra la temeridad, que es una suerte de arrogancia que empuja a correr riesgos innecesarios; tampoco la imprudencia, que no requiere explicación, y aquella que todos llevamos dentro: la violencia. Hay agresividad entre los conductores y escasamente se practican algunas reglas de cortesía. Peor aún, tampoco se valora el sentido de las normas del tránsito, es decir, el respeto a la ley.

A todo esto hay que añadir que en las carreteras la vigilancia preventiva es escasa y durante las noches inexistente. El ánimo de los agentes está mayormente orientado a la sanción, especialmente en las ciudades.

En fin, que si nos enfocamos un poco en lo que somos, en los seres humanos, en nosotros mismos, quizás entendamos que los accidentes y las víctimas pueden disminuir.

Depende de nosotros.

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