En el cielo de la fantástica cosmovisión afroantillana, con su infinita corte de dioses para todo lo humano, santos seculares de lejanas tribus silenciadas y chamanes cantores de sueños y conquistas, recibieron con cantos de atabales a un gran artista que les llega hondo, tratándose del gran padre de las Novias de Ogún, modelos irrepetibles de la negritud femenina, con toda su gracia sin palabras; con todo lo que la mujer negra representa en nuestra más auténtica idiosincrasia; con toda la solemne sencillez de esa belleza plasmada en sus óleos. Ha muerto, pues, Jorge Severino, quien mora por siempre en paz en su paraíso.

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