Ayer, este diario publicó en portada una escena del velatorio del exteniente policial Fernando de los Santos (La Soga), sometido a la justicia por diferentes cargos, y señalado como un sicario de la peor ralea. Fue abatido por desconocidos, y dado su historial, el hecho trascendió al cotidiano reporte de las víctimas de violencia convertidas en simples números.

La muerte de La Soga fue otro capítulo de la violencia. El funeral confirmó que el individuo tenía un vecindario, y seguidores, que lo despidieron de una manera singular, con lidia de gallos y música. Hemos visto en el pasado reciente entierros de delincuentes con música y alcohol.

Pero la pelea de gallos no aparecía en el nuevo “folklore”. O como manifestación de determinados comportamientos de algunos conglomerados. Nos llamó la atención y la imagen se convirtió en la portada de ayer. Un cuadro propio de un mundo desconocido en la vida dominicana.

Con alguna razón, un suscriptor reaccionó indignado por la publicación de esa fotografía. Y pregunta: ¿Cómo es posible que los responsables de elegir el contenido de la portada del periódico hayan publicado una foto (del tamaño de la mitad de la página) con el ataúd de un reconocido delincuente y con el título de “Con pelea de gallos sepultan a La Soga”?

Y comenta que una institución como elCaribe debe manejar con un sentido de responsabilidad lo que divulga, de forma tal que “su contenido sea algo más que publicar una noticia sensacionalista”.

La crítica pudiera tener algún asidero, pero no está demás observar que recogimos un retrato de una realidad que enseña algo de lo que somos hoy. Hubo dudas y debates para adoptar la decisión. Quizás la foto del día debió reflejar lo que ocurría en Estados Unidos con el sepelio de George Floyd.

Pero el velatorio de esa persona (La Soga) es algo revelador. Refleja parte de nuestras profundidades que normalmente no vemos, un lado oculto de algún segmento de la sociedad.

elCaribe rechaza ese comportamiento ciudadano. Divulgar esta imagen no constituye una irresponsabilidad. Más bien, cumplimos un deber. Nos tomamos la profesión muy en serio.

No auspiciamos estos comportamientos, que deben mover a preocupación y a reflexiones, pero están ahí y son parte de nosotros.

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