El papel multiplicador de la violencia que suelen jugar algunos uniformados, generalmente policías o agentes de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) esta vez no sólo se ha repetido. Ha generado consecuencia más allá.

Es usual que los agentes policiales se excedan, que en vez de imponer el orden o apaciguar los ánimos, compliquen incidentes, y violen las propias leyes que les imponen deberes bajo ciertos límites.

Ese fue el temperamento que condujo el hecho en que un agente de la DNCD hirió a un miembro de un equipo de una producción cinematográfica en San Pedro de Macorís, cuando cumplía una misión encomendada por los responsables del proyecto.

El hecho, que de manera directa afectó al inocente y trastornó los planes de la empresa Lantica Media, igual daña la imagen de la República Dominicana, que es una locación atractiva para las producciones cinematográficas.

Pero si el personal de una empresa dedicada a esos asuntos es agredido de esa forma, qué podría pensarse en el exterior, y especialmente en la industria.

Ahora, lo deploramos, pero es importante insistir en que a los agentes hay que educarlos sobre la necesidad de evitar la violencia. Que debe existir un límite razonable para que nadie salga lastimado, maltratado o herido por una acción excesiva de un uniformado.

¿Hasta cuándo Coraasan?

Cualquiera no creería el dato de que hace 20 años los vecinos de dos calles del sector La Gloria de Santiago Oeste vienen reclamando que los liberen de una situación horrible.

Y es que sus viviendas son inundadas cuando llueve. Pero no es cualquier inundación. Son aguas cloacales que brotan en las calles Uno y Tres del sector.

Decenas de veces han acudido a la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santiago (Coraasan) para que resuelvan. Pero es necesario precisar que Coraasan no ha cerrado los oídos. Es que no han hecho lo adecuado para resolver tan odioso problema.
¿Hasta cuándo, Coraasan?

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