Parece que perdemos la batalla contra el feminicidio. Las crudas imágenes de este tipo de crimen aparecen con frecuencia en los medios de comunicación, cada una con parecida historia previa al fatal desenlace. No importa que la pena se aumente a 40 años de prisión para el culpable, el problema es más profundo y debe ser tratado con seriedad, y no tiene que ver con nuestra condición de país del Tercer Mundo, pues Cuba lo es y allí este mal es prácticamente inexistente.
El feminicidio consiste en quitarle la vida a una mujer intencionalmente. Forma parte de la violencia de género. Recordemos que existen dos tipos: el íntimo, cuando se le causa la muerte a la compañera del hombre; y el de por conexión, cuando también pierde la vida alguien que intenta proteger a la mujer. En ocasiones ambas formas ocurren al mismo tiempo.
Como abogado he defendido a los familiares de las víctimas. Y, créanlo, es un proceso desgarrador, que en términos generales impacta en la sociedad, pero que de manera específica lo sufren en el alma los hijos de la pareja, sus familiares y amigos. Luego de la muerte y de la encarcelación suele iniciar un doloroso y complicado drama.
Las razones del feminicidio son esencialmente educativas, culturales, económicas y sociales. Igual los aspectos sentimentales, que suelen ser inseguridad de la propia hombría, en especial, los celos. Es más común cuando la dama decide terminar la relación.
Generalmente va precedido de amenazas y golpes contra la mujer, la cual, por desgracia, en ocasiones guarda silencio y no acude a las autoridades para exponer su situación. Incluso, los vecinos se enteran por los gritos de dolor que escuchan. Y cuando ocurre la tragedia, la gente del lugar se lamenta: “Esa muerte se veía venir, a esa señora le daban una paliza a cada rato, vivía llorando y con la cara llena de moretones”.
Dicen que el feminicidio es el último peldaño de la agresión. El que maltrata o mata es un cobarde, que se considera jefe, amo y señor de su compañera, creyéndose con la libertad de disponer de su cotidianidad y de su vida. Es egoísta y violento. Es todo, menos hombre. Y algo muy lamentable es que ese patrón de conducta machista le llega a sus hijos. Detrás de cada feminicida, posiblemente existió un padre que maltrató a su pareja. En la familia se engendra al agresor.
El feminicidio debe ser una preocupación de todos. Ojalá continúen las campañas para que disminuya y ojalá llegue el día en que esa palabra no esté en nuestro diccionario, como sucede en otras naciones parecidas a la nuestra.