Y después de Percival, ¿qué?

La pasada semana y gran parte de esta que casi termina, todo el país se mantuvo atento a las noticias derivadas de la muerte a tiros por parte de la Policía Nacional de un joven que era activamente buscado, por la comisión de varios hechos delictivos&#

La pasada semana y gran parte de esta que casi termina, todo el país se mantuvo atento a las noticias derivadas de la muerte a tiros por parte de la Policía Nacional de un joven que era activamente buscado, por la comisión de varios hechos delictivos en distintos puntos de la capital. Esta persona fue noticia desde antes de su localización en un negocio ubicado en la provincia Monseñor Nouel, y todavía luego de su fatídica muerte sigue ganando importantes espacios en los principales medios de comunicación.

Mientras este hombre era ejecutado, en cualquier otro punto de República Dominicana alguna persona se convertía en víctima de un criminal o delincuente capaz de arrancarle la vida a ciudadanos inocentes y productivos. Por esta razón, al mirar la transmisión en vivo que hicieron varios canales de televisión de la muerte de John Percival Matos, pensaba en el rumbo que hace rato tomamos como sociedad, y la impotencia experimentada al no tener una solución inmediata al sentimiento de temor que asalta cada rincón de nuestra geografía nacional. Igual meditaba en que precisamente por no ser capaces de ir más allá de situaciones coyunturales o particulares, como la forma en que fueron magnificadas las andanzas criminales de este ex militar, hemos perdido la oportunidad de profundizar seriamente en el tema de la inseguridad ciudadana.

A Percival lo sucederán otros criminales de la misma proporción o quizás mucho más temibles. Y de seguro vendrán otras reuniones oficiales convocadas de manera urgente y el despliegue de miles de uniformados en todo el país. De nuevo, también tendremos a una sociedad tomando las redes sociales para hacer chistes o bromas sobre el festival de acciones circunstanciales adoptadas por las autoridades.

Y así, esas mismas autoridades responsables de combatir el crimen en todos los ámbitos han ido perdiendo el respeto ante un pueblo que reclama mayor contundencia, pero sin obtener respuestas alentadoras. El temor se convirtió en paranoia colectiva. La inseguridad hizo añicos nuestra paz, se quedó para adueñarse de nuestra tranquilidad e impuso su propia ley.

En este contexto adverso que perturba a la sociedad dominicana, cobra tanto valor el deseo expresado por el papa Francisco en su mensaje para la celebración de la 50 Jornada Mundial de la Paz, en el que nos invita a reflexionar en la no violencia “como un estilo de política para la paz”.

Al margen de lo que sienta y exprese gran parte de la sociedad dominicana, aún vacilo en la decisión de admitir o no que estamos de rodillas ante la delincuencia y la criminalidad. Y por eso sigo clamando en el desierto, hasta tanto el Gobierno entienda que combatir la delincuencia no debe ser el resultado de un plan concebido para situaciones coyunturales, sino que se entienda y permanezca como un compromiso de Estado.

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