El Presidente avanza en el camino, con algunos tropiezos que no pueden ser capitalizados por sus opositores

Aunque asumió la conducción de la nave en tiempos de tormenta, el presidente Luis Abinader avanza sin mayores inconvenientes, en un ambiente favorable, con un público expectante, pero hasta ahora paciente y comprensivo, y una oposición dispersa y debilitada.

No es que su camino esté totalmente despejado, pero lo que ha enfrentado el mandatario  hasta ahora es parte del “paquete” que recibe todo el que gana unas elecciones. Algunos “ruidos” han surgido en este tramo de casi siete meses, pero hasta ahora, nada que llegue a la categoría de crisis de gestión.

En esos episodios de turbulencia, ha quedado evidenciado que hay fallas comunicacionales en el Gobierno, pero el mismo Abinader ha suplido esa deficiencia, fungiendo como el principal vocero de su administración. Los expertos dicen que es un esquema que no es sano ni sostenible en el tiempo, pero hasta el momento, le ha dado resultados.

Abinader asumió la presidencia de la República en medio de  una crisis global sin precedentes, lo cual implica un gran reto para él y el gobierno de su partido, el Revolucionario Moderno (PRM). Pero al mismo tiempo, la pandemia y la crisis económica y social obligan a que la población, aunque espere soluciones a los problemas, sea moderada en sus expectativas y medida en sus reclamos.

La situación de crisis también cohíbe a la oposición política de hacer cuestionamientos y críticas al nivel acostumbrado. Pero además, esa oposición está en una situación especial, ya que de las dos fuerzas políticas que se disputan la principalía en ese rol, una tiene que recomponerse y la otra acaba de nacer. Luego de los comicios, ambas organizaciones han ocupado gran parte de su tiempo en la realización de sus respectivos congresos, lo que también limita su accionar como opositores.

Es por eso que, en la práctica, parece extenderse la tregua de cien días que normalmente se les concede a los gobiernos.

La crisis aplaca exigencias 

Tanto el presidente Luis Abinader como algunos de sus colaboradores en la administración perremeísta, al momento de exhibir sus logros y señalar metas alcanzadas, hacen la salvedad de que se hubiera llegado mucho más lejos si no existieran las limitaciones que impone la crisis actual, generada por la pandemia del COVID-19.

El mandatario volvió a tocar el tema en su rendición de cuentas del pasado 27 de febrero ante la reunión conjunta de las cámaras legislativas.

“Muchas veces pienso cuánto habríamos avanzado con este nuevo gobierno sin los obstáculos que nos impone el COVID-19, aunque soy consciente de que en momentos turbulentos como estos es cuando más se requiere de una voluntad política capaz de unirnos como nación y un liderazgo capaz de colocar el bienestar colectivo por encima de sus propios intereses”, planteó Abinader.

Lo cierto es que la pandemia obliga a este y a cualquier otro gobierno, a postergar acciones, reformular planes y replantear metas. El propio Presidente hablaba en su discurso del 16 de agosto sobre la diferencia entre “lo urgente” y “lo importante”.
Aseguró que no se puede olvidar lo segundo, pero en los hechos, se impone lo primero, es decir, todo lo relacionado con el manejo de la pandemia.

Los problemas del PLD

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), por razones obvias, está llamado a jugar el rol de principal partido de oposición, pero no está en condiciones de iniciar una ofensiva contra el Gobierno. Para eso le hace falta recomponerse, lo cual no es tan sencillo, ya que implica un proceso que habrá de conllevar varios meses, o quizás años.

Y esto no es solo por la división que sufrió la entidad, y la posterior derrota en las elecciones de julio, sino, y sobre todo, por lo que ocurrió después de los comicios. Las denuncias de irregularidades han tocado a figuras del pasado Gobierno y algunos casos se han judicializado, mientras se espera que otras denuncias lleguen igualmente a los tribunales.

Entre los investigados y los llevados al banquillo de los acusados, muy pocos son dirigentes importantes del PLD, pero casi todos son cercanos a Danilo Medina, entre ellos, dos hermanos del exmandatario.

Medina acaba de ser electo a unanimidad presidente del partido morado, una decisión que parecía caerse de la mata, ya que, Danilo es, sin dudas, el principal líder del PLD y ante su impedimento constitucional para volver a la Presidencia, lo lógico es que dedique tiempo al manejo de su partido. Sin embargo, con tantos cuestionamientos en su entorno, Medina no está en su mejor momento, por lo que muchos entienden que no fue una buena idea llevarlo al principal cargo de la organización.

La elección de Charlie Mariotti parece acertada, ya que es un dirigente de ideas y acción, hasta ahora sin cola que le pisen. Es además, un comunicador natural, lo que es una fortaleza, tomando en cuenta que el nuevo presidente del partido se caracteriza por su parquedad.

Caso de Fuerza del Pueblo

La Fuerza del Pueblo contribuyó de manera directa e indirecta, al triunfo del PRM en las elecciones del pasado año.

Su aporte fue directo porque hizo una alianza parcial con el hoy partido oficialista en las elecciones legislativas y municipales. Y de manera indirecta, ayudó a ganar a Abinader en las presidenciales, ya que su propio nacimiento, producto de la división del PLD,  implicaba, en lo inmediato, una resta de votos al partido morado, sin contar con el impacto que significa la fragmentación de una agrupación política que contaba con la cohesión interna como una de sus principales armas.

Pese a su alianza con el PRM, la Fuerza del Pueblo busca convertirse en una organización política de oposición, compartiendo ese espacio con el PLD, y en el mejor escenario para los “pueblistas”, desplazando al “viejo partido”.

La principal desventaja para lograrlo es que Fuerza del Pueblo sigue siendo un partido pequeño, aun sea encabezado por un gran líder político como Leonel Fernández, quien pasó tres veces por la presidencia de la República.

De hecho, la Junta Central Electoral (JCE) no le concedió la categoría de partido mayoritario. Eso significó la primera derrota para la FP luego de los comicios, ya que hasta ese momento, solo había cosechado victorias políticas y mediáticas.

Y precisamente, esos triunfos coyunturales de la FP han sido, al mismo tiempo, derrotas para el PLD. El paso de dirigentes desde “el viejo partido”, trasiego que aún se mantiene, es uno de esos triunfos, así como haber logrado que se le reconociera como segunda mayoría en el Senado, lo que le representó un puesto en el Consejo Nacional de la Magistratura.

En síntesis, aunque el PLD más que cuadruplicó la votación obtenida en las elecciones por la FP, las victorias obtenidas por el segundo partido han emparejado un poco las cosas, lo que plantea un escenario de dos principales fuerzas de oposición, un fenómeno que no se vivía en el país desde hace tiempo, ya que el esquema usual es un partido oficialista y otro que encabeza la oposición. Y de ambos lados, una serie de partidos pequeños fungiendo como aliados.
Leonel Fernández y Danilo Medina.

Las vacunas y los precios

Al margen de algunos “ruidos”, en algún momento se advertían en el camino de Abinader dos grandes problemas que podían afectar su imagen y la de su Gobierno, por el impacto que esos temas podían tener en la población.

El primero de ellos tiene que ver con la vacuna contra el COVID-19, que representa la esperanza de salir de la crisis. A principios de este año, las expectativas giraban en torno a la llegada de las vacunas y al diseño, presentación y ejecución de un plan de vacunación. Este parece ser un aspecto superado, ya que la llegada de las vacunas ha ido fluyendo y el proceso se desarrolla de manera adecuada.

Lo que se mantiene como una amenaza es el alza  de los precios de varios productos fundamentales en el consumo de los dominicanos. Ese es el punto que actualmente preocupa y ocupa a Abinader y sus colaboradores, como lo demuestran declaraciones y acciones recientes.

Se trata de un tema delicado y hasta explosivo, en cualquier parte del mundo. Moisés Naím, autor de El fin del poder,  narra en su libro una experiencia personal aleccionadora. Cuenta que en 1989 se estrenaba en su país, Venezuela, un gobierno, del cual él era ministro en el área económica. Dice que luego de que su partido obtuviera una victoria “arrolladora”, temas como el recorte de subsidios y el alza del precio de los combustibles provocaron una oleada de protestas.

A Naím le impactó cómo cambió todo de repente “a pesar de nuestra victoria y el claro mandato de cambio que los votantes parecían habernos otorgado”. Aunque eso no es lo que aquí ha ocurrido, ni lo que se vislumbra, Abinader sabe que actualmente maneja un tema con potencial de hacerle daño a su, hasta ahora, ilesa y aceptada gestión.

El PRM y los cargos

En este escenario, con una oposición dominada por dos expresidentes de la República, uno que constitucionalmente no puede volver al cargo, y otro que dirige un partido nuevo y aún pequeño, el presidente Luis Abinader corre prácticamente solo en el escenario político dominicano.

Tan cómodo luce ahora que, aunque parezca prematuro, se puede visualizar como candidato a la reelección en el 2024, pese a que en su partido hay otros que se ven como presidenciables y pueden surgir otros, aunque se piensa siempre en David Collado como el de mayor potencial.

Solo hay un factor que puede perjudicar al Abinader político, y es el hecho de que su partido, relativamente nuevo, no tiene quien lo maneje en estos momentos, ya que todos los directivos ocupan cargos en su Gobierno.

José Ignacio Paliza, presidente del PRM es ministro administrativo de la Presidencia; la secretaria general, Carolina Mejía, es la alcaldesa del Distrito Nacional y el secretario de Organización, Deligne Ascención, es titular de Obras Públicas.

El hecho de que todos estén en cargos públicos los limita para encargarse del día a día de la organización y para asumir otros temas, como la demanda de empleos de la militancia perremeísta.

En el PRM, al igual que en otros partidos, se ha evaluado la posibilidad de limitar la participación de sus directivos en la administración pública. Pero esa es una idea que no ha calado. Regularmente, los que manejan el partido en la oposición, pasan a ser funcionarios cuando la organización llega al poder.

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