A los políticos cuando están en el poder parece que los persigue un dilema, cuya magnitud se alimenta, aparentemente, de deseos propios e inducidos. Según plantean con tanta vehemencia, el continuismo es una opción que nace en el deseo del pueblo. Por ejemplo, de renegar la reelección, por principio o conveniencia, terminan aceptándola con el argumento de que es una imposición del pueblo, ese estamento todopoderoso cuyo mandato esclaviza a los gobernantes al extremo de hacerlos cambiar radicalmente de opinión y “sacrificarse”, cual si fueran mártires de la política. ¿Sería a esa encrucijada que le pone la vida a los gobernantes a la que se refirió el legendario dirigente peledeísta Lidio Cadet, cuando no descartó la reelección en el 2020?

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