Kooza es el regreso a los inicios, a la semilla del circo. Es por eso que este espectáculo debe ser uno de los más aplaudidos y ecuménicos, toda vez que fusiona el circo clásico con el lirismo poético que caracteriza al mejor circo del siglo XXI.
Ver a inicios de los años 60 un circo como el Santos y Artigas -nacido de la negativa del dueño del circo Pubillones a la petición que le hiciera Jesús Artigas de conseguir par de entradas para un amigo-, donde abrió la noche Javier Solís, y habían leones y payasos, cuerda floja y malabaristas, equilibristas y forzudo, y como si fuera poco el famoso acto del Vuelo del pájaro, que cerraba la presentación de la noche, era mucho más que una hermosa premonición de que llegaría pasado medio siglo un nuevo tipo de circo.
Y claro aquí estaba de nuevo.
Punta Cana aporta tantos turistas como excelentes condiciones para la carpa de cuatro palos del Cirque du Soleil. De manera que los cientos de personas bajo la carpa, aplaudían a más no poder, tanto las intervenciones de los clowns entre número y número, como el sabroso sentido de la pantomima.
La puesta en escena de Kooza (del sánscrito Koza, que significa caja, cofre) demuestra unicidad en el deseo de dotar el espectáculo de una filosofía, de una poética que en el fondo -sin embargo- nos habla de la dualidad entre lo bueno y lo malo, entre lo noble y bondadoso, entre lo ingenuo y lo irónico, entre la fuerza bruta y la belleza del estilo.
La unicidad también se destaca en el vestuario, en el discurso lírico de la propia puesta en escena, y en el uso de los recursos tecnológicos .
El virtuosismo de las contorsionistas asiáticas (¿mongolas?), el de un grupo de equilibristas (¿armenios? ¿georgianos? ¿daguestanos?) que danzaban o hacían arriesgadas evoluciones sobre las cuerda tensada (por primera vez muchos pudieron admirar doble cuerda), o el de los dos equilibristas metidos en una noria cada uno, o finalmente el número de las básculas o trampolines. Todos y cada uno de estos números, entre otros, hablan del compromiso con el buen gusto, con el concepto del infante deslumbrado una y otra vez ante semejante compromiso con la magia de la verdad.
Kooza es eso y más.
