Nuevas miradas a un antiquísimo espacio

“De Santo Domingo más particularmente hablando, digo que cuanto a los edificios, ningún pueblo de España, tanto por tanto, aunque sea Barcelona, la cual yo he muy bien visto numerosas veces, le hace ventaja generalmente

“De Santo Domingo más particularmente hablando, digo que cuanto a los edificios, ningún pueblo de España, tanto por tanto, aunque sea Barcelona, la cual yo he muy bien visto numerosas veces, le hace ventaja generalmente… el asiento mucho mejor que el de Barcelona, porque las calles son tanto y más llanas y mucho más anchas y sin comparación más derechas; porque como se ha fundado en nuestros tiempos… fue trazada con regla y compás y a una medida las calles todas, en lo cual tienen mucha ventaja a todas las poblaciones que he visto”.
GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO
(Sumario de la Natural y General
Historia de las Indias; 1526)

El solar adonde Europa edificó la primera ciudad del Nuevo Mundo. El recinto amurallado que albergó la catedral primada de América, la primera fortaleza, el primer monasterio, el primer castillo, el primer hospital, la primera universidad y la más antigua corte de leyes del nuevo continente. Cierto: aquí fue el inicio de todo. La historia del continente abrió sus ojos en esta tierra. De aquí surgieron los impulsos de Hernán Cortés y Francisco Pizarro. Y también la infinita piedad de Bartolomé de las Casas y fray Antón de Montesinos. Santo Domingo, es cierto: donde todo comenzó…

Bartolomé Colón fundó la ciudad en 1497 con el nombre de Nueva Isabela. Pero un huracán en 1502 hizo trizas las casuchas de paja y argamasa edificadas en el lado oriental del río Ozama por el hermano menor de don Cristóbal. Frey Nicolás de Ovando, Comendador Mayor de la orden de Alcántara, quien arribara como gobernador de la isla el mismo año del siniestro, ordenó su reconstrucción al otro lado del río. Ahora con casas de piedra y un nombre flamante: Santo Domingo de Guzmán. (Algunos relacionan el cambio de lugar con una más ventajosa posición para la defensa contra ataques piratas y barcos enemigos. Otros sugieren que la mudanza obedeció a una plaga de hormigas o a la cercanía de las minas de oro descubiertas en el río Haina).

Nicolás de Ovando estuvo en la isla durante siete años (1502-1509), período en el cual desarrolló una ciudad de casi un kilómetro cuadrado, con planta ortogonal y calles rectilíneas, dotada de un sistema de alcantarillado pluvial que, cinco siglos después, aún funciona. Admirado como uno de los grandes gestores del período colonial americano, Ovando erigió también un puñado de monumentos y edificaciones con diseños inspirados en el gótico tardío de influencia renacentista. Las iglesias y conventos, las casonas y monasterios y fortines realizados por el Comendador de la orden de Alcántara perduran en aquel dominio colonial: una vez cercado de murallas y hoy en el corazón del gran Santo Domingo, la más poblada y vigorosa urbe de todo el Caribe.

Además de la obra realizada por Ovando, en la Ciudad Colonial existen más de 300 lugares históricos, huella de los siglos de dominio español del territorio. Iglesias, monasterios, hospitales, fortines, castillos y residencias de grandes figuras de la época, calles empedradas, escalinatas, ventanas esculpidas, escudos de armas, plazas, murallas y grandes portones, capillas y oratorios, alcantarillas pluviales, relojes de sol e íntimas ermitas familiares, entre múltiples expresiones de la vida durante el siglo XVI, integran un patrimonio colonial único.

Ahora toma cuerpo un Programa de Fomento al Turismo de la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Y han mejorado, es cierto, muchas de las facciones de aquel vetusto asentamiento. Calles adoquinadas, nuevas aceras y bolardos que delimitan los usos del espacio urbano, conducciones eléctricas soterradas, negocios nuevos, casas reconstruidas… Más de 500 nuevos locales abrieron sus puertas en los últimos cinco años: restaurantes, cines, discotecas, museos, tascas, salas de arte y expresiones múltiples de la proteica economía naranja.

Habla Maribel Villalona, coordinadora del Programa de Fomento al Turismo de la Zona Colonial: “Ya no se hace conservación por conservación, no se entiende la ciudad como una ciudad-museo. Nos ha sorprendido qué rápidamente se ha convertido en el distrito cultural. Hace cuatro años la gente la percibía como un lugar oscuro y pocos se animaban. Hoy día no sólo se quiere invertir, sino vivir en la Ciudad Colonial. Esa es una gran escalada, la gente sabe que un fin de semana sin venir a la Zona… ¡no es una buena idea!”.

Avanzar al ritmo de este impulso fue también la consigna empresarial. Una muestra: el rescate de un conjunto de edificaciones con gran valor histórico y arquitectónico (construidas, la mayoría, en el siglo XVI) y su transformación en un complejo hotelero de lujo, con domicilios variados dentro de la zona colonial. La acción, emprendida por INICIA (grupo Vicini), se plasma hoy en el concepto de Casas del XVI. De quince o veinte recintos planeados, a la fecha operan tres: la Casa del Árbol, la Casa de los Mapas y la Casa Macorís. Con el diseño y la ejecución por prestigiosos arquitectos y artistas nacionales, el conjunto fue reconocido dentro de los mejores nuevos hoteles del mundo. La revista especializada en viajes Conde Nast Traveler le otorgó (en 2015) el tercer lugar en la categoría de Mejor Diseño (solo dos hoteles del Caribe y Centroamérica aparecen en la selección).
Casas del XVI recibió, además, el Premio a la Excelencia 2017 que otorga Small Luxury Hotels of the World (SLH). Con evidente emoción, un recién casado de Los Angeles, California, escribió: “El personal de Casas del XVI contribuyó por encima y más allá para hacer que nuestra luna de miel con ellos fuera especial. No podríamos haber tenido una experiencia mejor. Gracias a todos los que nos ayudaron a que nuestra estancia fuera lo más memorable y cómoda de cualquier hotel en el que nos hemos alojado nunca”.

Caminar sin mapa ni brújula por la Ciudad Colonial de Santo Domingo será siempre la incitación a un feliz asombro. Entre tiendas, iglesias, parques y pequeños hoteles se cruzará con grupos de visitantes que van y vienen, con pantalones cortos y gafas de color. Como usted, todos hurgando en la esencia de esta ciudad cosmopolita, afable y, a ratos, inexplicablemente vivaracha. Ya pasa el mediodía, con 30 grados a la sombra, y usted anhela algo diferente. Tal vez una copa y (¿por qué no?) el sobresalto de una suculenta sorpresa.

En la esquina que forman dos de las más antiguas calles del centro histórico, con el panorama al fondo de las ruinas del primer hospital de América (el San Nicolás de Barí, fundado en 1502 por Nicolás de Ovando), en una restaurada casa colonial cubierta por un estuco azul celeste se aloja el ‘Mesón de Barí’. Al entrar, notará las paredes y hornacinas abarrotadas de pinturas y dibujos. En el fondo, no se asombre, podrá distinguir al célebre compositor Armando Manzanero, o toparse con Sergio Ramírez, premio Cervantes de literatura 2017. (Aquí encontré, hace unos años, a José Saramago, Nobel de literatura 1998, mansamente entretenido con unas “catibías” rellenas de lambí). El Mesón, por décadas, ha sido hábitat natural de artistas, intelectuales y sibaritas. Su identidad gastronómica (con roces de magia vetusta) constituye una expresión remozada de la “cocina de la abuela”. Y, créanme, en muy pocos lugares como este la comida tradicional dominicana alcanza cotas de tanta excelencia.

La caminata sin rumbo por la Ciudad Colonial podrá depararle, claro que sí, nuevas sorpresas culinarias. Una, por ejemplo, proveniente de esa cuna de dioses tutelares de la gastronomía de hoy: el País Vasco, San Sebastián. Paulette Tejada es una joven chef, con título universitario en hostelería y experiencia en restaurantes de Miami y Nueva York, que luego trabajó, durante meses, de la mano de Pedro Subijana (el legendario chef con tres estrellas Michelin en el ‘Akelarre’ de San Sebastián). Ella dice: “Volví al país porque Subijana me dijo que debía hacerlo. Un día me preguntó que cuáles eran mis planes y le respondí que quería quedarme en España. Entonces, me dijo: ¿Para seguir cocinando comida vasca? ¿Para qué vas a dedicarte a una cocina que no vas a hacer mejor que yo? Y me hizo entrar en razón. Tenía que volver a República Dominicana a cocinar comida dominicana. Tenía que volver a aplicar a la gastronomía criolla todo lo que había aprendido”.

Diríjase ahora por la calle El Conde hacia el este, buscando el río Ozama. Antes de atravesar la calle Isabel la Católica encontrará el palacio de Borgellá: una casa del siglo XVI con larga y trepidante historia. La construyó, como su residencia, don Diego de Herrera, un importante personaje de la colonia. Luego fue tomada por el gobernador haitiano Gerónimo Borgellá (1822-1844), quien la remodeló, con la actual fachada, para Casa de Gobierno. Más tarde, el palacete sirvió de asiento a la Real Audiencia durante la anexión a España (1863). Posteriormente albergó un tribunal de justicia, de nuevo la Casa de Gobierno y, por último, el Senado de la República. Exhausto ya de leyendas y turbulencias, el Palacio de Borgellá es ahora la sede del Patronato de la Ciudad Colonial de Santo Domingo.

Cumplido ya el embrujo de Borgellá, atraviese la calle Isabel la Católica. A 50 metros encontrará el ‘Buche’Perico’, un vasto restaurant-invernadero de arquitectura entrañable. Entre árboles, paredes de ladrillo y espacios abiertos, el ars culinaria de Paulette Tejada, su diestra imaginación y las vascas reminiscencias de Subijana, moldean aquí el sobrio alimento ancestral con el discurso culinario del presente y el futuro.

El Mesón de Bari y Buche’Perico: la comida del ayer y la de hoy, a pocos pasos de la comida de hoy y del mañana. Es absolutamente cierto: Santo Domingo lo tiene todo.
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El texto y las ilustraciones de este artículo
proceden del libro “Turismo dominicano: 30 años a velocidad de crucero”, publicación
institucional del Banco Popular Dominicano en 2018 (autor del libro: Pedro Delgado
Malagón; fotografías de Thiago da Cunha).

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