La marca-país

La consolidación a largo plazo del turismo nacional reclama la firmeza de una marca-país. Esto es, de un conjunto de signos que compendien las cualidades del producto (material e inmaterial) que el país brinda al visitante extranjero. Además de la calidad de los hoteles y las playas, la marca-país habría de transmitir al turista una suma de sensaciones y recuerdos vinculados al espacio histórico y al paisaje, a la gastronomía y al arte, a la música y la cultura popular, al deporte y, claro que sí, a la afabilidad que burbujea de manera espontánea en el carácter del dominicano.

La promoción de la marca-país suele condensarse en un logotipo (una iconografía peculiar) y en una frase alegórica (un eslogan). Ambos recursos, es obvio, encaminados a crear una imagen seductora del lugar ofrecido. Algunas etiquetas de las campañas de marca-país han sido, por ejemplo:

Colombia: Vive Colombia, el país que llevas en el corazón
Perú: Hay un Perú para cada quién
Costa Rica: Esencial Costa Rica / Sin
ingredientes artificiales
Uruguay: Natural
Antigua/Barbuda: La playa es solo el principio

La efusión del dominicano, su incontaminada simpatía, constituye un atributo tan valioso quizá como las playas de arena, la luz solar y el paisaje de cocoteros y almendros. Una inestimable condición (en cierto modo escasa) dentro de la fragmentada y caprichosa demografía caribeña. Se impone, pues, reforzar la imagen del país con figuras de reconocimiento universal. Y moldear, con ellas, una iconografía verosímil que acreciente el poder de convicción de nuestros lemas: “República Dominicana: Lo tiene todo, Inagotable, Donde todo comenzó…”

LA SONRISA DEL PALADAR (Con la imagen de María Marte. Chef con dos estrellas Michelin. Premio Nacional de Gastronomía al Mejor jefe de Cocina de España 2015).

LA AMOROSA SONRISA DEL CONUCO (Con imagen de Juan Luis Guerra. Compositor y cantante. Ganador de numerosos Premios Grammy. Una de las más trascendentes figuras de la música hispana).

CADENCIAS DE UNA SONRISA (Con imagen de Milly Quezada. Cantante, Reina del Merengue).

EL VIRTUOSISMO DE LA SONRISA (Con imagen de Michael Camilo. Uno de los 30 mejores pianistas de jazz de la historia, en Lista Spotify).

LA SONRISA DEL TRIUNFO (Con imagen de Pedro Martínez. Miembro del Salón de la Fama del Béisbol, Cooperstown, EE. UU.).

Nuestra marca-país, la característica del producto turístico dominicano habría de ser esa, justamente: una apuesta a la alegría. Al desenfado en un clima y un paisaje que ejercen de cómplices. Una provocadora incitación, también, a hacer suyo ese espontáneo retozo nacional que no cesa, que nada ni nadie extingue…

El turismo chino

China es el principal emisor mundial de turistas. En 2016 salieron de viaje por el mundo 135 millones de naturales de ese país y gastaron 261,000 millones de dólares (alrededor de US$1,900 per cápita). Aunque estas cifras sorprenden, atraer el turismo proveniente del gigante asiático reviste singularidades. En primer término, esos viajeros no tienen interés en el sol y la playa. Su cultura, sus costumbres y su idioma son radicalmente distintos a los nuestros. Les interesa más el contacto con elementos culturales propios de los lugares que visitan: patrimonio cultural, lugares pintorescos, monumentos y espacios escénicos. Se apasionan por las compras, sobre todo del sector de lujo. La experiencia europea con el turista chino (de poder adquisitivo medio-alto) identifica su predilección por comprar artículos de marcas occidentales. Complementos, joyas y zapatos son los productos mejor valorados y en los que gastan más dinero. De ahí que Gucci, Louis Vuitton, Prada, Chanel, Cartier y Tiffany sean algunas de las boutiques de Barcelona, Madrid o París que más han notado la afluencia de turistas chinos.

Dado que el país está consolidado como un destino de vacaciones de “sol y playa”, la perspectiva de captar una proporción apreciable del turismo chino supondría adaptar nuestro producto a esta demanda peculiar. En primer lugar, enseñar el idioma mandarín a los guías y el personal de servicio en los hoteles. De igual forma, adiestrarlos en modalidades de cortesía que resulten inteligibles y gratas al nuevo visitante. Adecuar los restaurantes para ofrecer platos de la gastronomía china, sin duda, sería un factor importante en esta ambientación. En resumen, el potencial que ofrece el mercado chino es extraordinario, aunque sus resultados no serían perceptibles de inmediato. Iniciar este aprendizaje, por supuesto, resultaría necesario de cara al futuro, a medio término y a largo plazo, de la industria turística nacional.

Una actualidad promisoria

Se avanza con grandes zancadas. En las últimas cinco décadas la realidad nacional cambió por completo. Somos ahora una sociedad más próspera, diversificada y radicalmente distinta de aquella en la que vivieron nuestros padres o abuelos. Son otros, en este tiempo, los recursos materiales, las preferencias, las usanzas, las creencias. De apenas 3,000 estudiantes en los años 60, la presente matrícula universitaria nacional supera los 400 mil alumnos. Decenas de miles de profesionales y técnicos han culminado, en estos años, su formación en universidades extranjeras. Existen en el país más de 10 millones de teléfonos (prácticamente uno por cada individuo). Una de cada diez personas dispone de automóvil y 2.2 millones de motocicletas han reemplazado a los cuadrúpedos como medio de transporte. Ahora parece innegable el sueño de que, al término de unos pocos años, todos los dominicanos puedan leer y escribir.

Disponemos de un amplio y bien distribuido sistema de autovías y carreteras que enlaza todas las ciudades y poblaciones del territorio nacional. Más de 80,000 habitaciones de hoteles servirán para alojar los casi siete millones de turistas que recibirá el país el próximo año. La actividad pecuaria y agroindustrial produce el 80% de los alimentos que consumen los dominicanos y los visitantes extranjeros. Setenta de cada cien personas viven hoy en las zonas urbanas, y el gran Santo Domingo, con unos cuatro millones de habitantes, representa la ciudad más extensa, poblada y pujante del Caribe y Centroamérica. Pero no ha de ser fortuito este resultado. La estabilidad política y económica, la paz social y la seguridad jurídica del país han favorecido el crecimiento sostenido de la economía y del bienestar colectivo. El Gobierno y la iniciativa privada conjugan esfuerzos en esta magna tarea.

A fin de cuentas

Los dominicanos sienten orgullo por su acervo histórico, sus costumbres y sus recursos naturales. Aprecian, así, la distinción que millones de visitantes extranjeros les brindan cada año. La población entera del país cree en el turismo. Lo concibe como un acompañante esencial en su caminata hacia el progreso económico y social. Acaso como el edecán de una esperanza.

En las calles, la gente mira con naturalidad y simpatía al turista. Le sonríe. Lo guía por los parques y monumentos. Lo contagia de una felicidad sin pretextos. Lo incita a moverse con el “naturalismo bárbaro de la aguda tambora”. Y lo convida, entre retozo y aguardiente hasta la madrugada, a bailar ese “furioso merengue que ha sido nuestra historia”.
_________________________________________________
El contenido de este artículo procede del libro “Turismo dominicano: 30 años a velocidad de crucero”; una publicación del Banco Popular Dominicano en 2018 (texto de PDM con fotografías de Thiago da Cunha).

Posted in Apuntes de Infraestructura

Más de cultura

Más leídas de cultura

Las Más leídas