Su popularidad arrancó con la presentación de su Mona Lisa en el MOMA

¿Por qué la obra de Botero es de suma importancia para la Historia del Arte y para los
latinoamericanos?

Fernando Botero realiza una obra artística que va más allá de las imposiciones del llamado Arte Contemporáneo. Botero es contemporáneo y es el mejor representante de los artistas que no necesitaron la “validación” de curadores y las casas de subastas, ni los grandes coleccionistas que manipularon el concepto mismo de la disciplina para legitimar los artefactos sin ton ni son que pululan los museos de hoy día. Aunque esto, a decir verdad, solo ocurrió en su primera etapa.

La acogida del público a sus colecciones arrancó de manera definitiva con la presentación de su Mona Lisa en el MoMA simultáneamente con el Metropolitan que exhibía la original del maestro del Renacimiento Lionardo da Vinci.

Esto fue una hazaña porque la moda y la imposición del mundillo esnobista vigente y subvencionado por el Congress for Cultural Freedom que estableció como obras geniales las de sus pupilos Pollock, Rothco, Motherwell, y de Kooning a quienes le inventaron hasta una nueva corriente: “El expresionismo abstracto”.

Con todos los estudios que Botero llevaba consigo era imposible convertirlo en uno más de esos que el público ve y sale a to meter. Su paso por la Academia San Fernando de Madrid y el estudio meticuloso en Florencia de los maestros del Renacimiento, le proporcionaron toda la energía que explotó cuando entró en contacto con México. Las cabezas olmecas, enormes y su admiración por Rubens le dieron la brújula que se necesita para no perder el rumbo nunca más. Pero hay que decir que antes de hacer sus gordas, Botero conoció en el Prado las dos gordas de Juan Carreño de Miranda y al ruso Boris Kustodiev.

Las de Carreño, cual majas, una vestida y otra desnuda, están pintadas con mucho más academia que Botero que al final “simplifica” sus trazos para hacer una caricatura.

Pero cuando sus detractores lo acusan de hacer caricaturas, mas que degradarlo lo elogian. ¿Acaso la caricatura no es el arte más refinado y complicado? La grandiosidad de Botero es la volumetría y el humor. ¿Puede eso denigrar a un artista?

La obra de Hieronymus Bosch, que sí es barroca, nos presenta un mundo imaginativo y mágico repleto de seres extraños que reunidos en el espacio pictórico del artista crea una comedia visual del agrado del espectador de la edad que sea. Y eso mismo ocurre con botero.

Demuestra, este pintor colombiano, que el arte no ha sido vencido por los artefactos usurpadores que ofende a los seres humanos que se consideran homo sapiens.

A pesar de su gran admiración por los clásicos, sus maestros, Botero crea una obra latinoamericana similar a la de su compatriota García Márquez, con su realismo mágico literario, lo que no pudo Vargas Llosa obnubilado por sus aires de grandeza y su sangre azul que nunca ha tenido.

El ambiente que se respira en las obras de Botero es la misma del Macondo, del “amor en los tiempos del cólera” y del coronel que cuidaba su gallo y esperaba, por más de veinte años, una pensión que nunca llegó.

Para Botero el arte es arte y se realiza en compañía de la soledad y el silencio. En los diferentes talleres no hay “ven tu” ni esclavos sexuales que le hagan el trabajo para que solo lo tenga que firmar.
Hasta lavar los pinceles le proporciona placer a Botero sabiendo que ello es parte del bello oficio del atelier el que a Balthus se lo resuelve su japonesa.

La fama de este pintor no se la dieron, él la ganó.

Ahora, una vez que Botero se impuso, no pudo evitar ser absorbido por ese mercado que solo le interesa el dinero y que le da tres pito la obra en sí. Es así que esos grandes coleccionistas millonarios, al ver la popularidad de Botero, empezaron a comprarle todo a precio alto para luego ellos mismos llevarlo a las subastas que es donde se produce el engaño y transforma sus colecciones en supermillonarias. Una vez las casas de subastas lo meten a su ranking en perfecta armonía con los dueños, empieza el recorrido por todos los museos los que “no pueden darse el lujo de no poseer un Botero en su colección”. Como Botero está vivo él se convierte en una competencia de su propia mercancía y ya sabe cuál es el precio del mercado.

Él se da el lujo de hacer “donaciones” como la colección a Medellín para el Museo Botero en su país o la serie de 78 obras que hizo denunciando las torturas de los soldados norteamericanos en la prisión de Abu Ghraib. Esta colección se la donó a la Universidad de Berkeley en San Francisco, California quizás para echarle vaina a los americanos o quizás como un golpe de marketing para elevar aun más su popularidad y el precio de sus trabajos y la de sus coleccionistas.

Hay un pintorsucho español tan mediocre que no vale siquiera la pena mencionarlo. Él vive de los “escándalos” que él mismo arma en youtube porque de arte no sabe “ni mierda” y menos de la obra de Botero. Él, como los coleccionistas, no le interesa el arte, le importa que les de LIKE a su estúpida ventana que desorienta y distorsiona.

Las magníficas caricaturas de Botero han sido realizadas por la tenacidad y por la comicidad que él logró ponerle, como sello, aunque se le ve un hombre serio que solo disfruta de crearlas. Es de esta forma que él establece, sin proponérselo, su propia corriente del boterismo como ya hubo el modiglianismo, el vangohismo, el chagallismo, el giacomettismo… tan fuerte e imponentes que crean secuelas pues pasan a ser clásicos.

La Mona Lisa de Rogelio Barillas, es mucho más hermosa que la de Botero, pero ¿quién es Barillas? Un perfecto desconocido que descubrí en internet. Esta Mona Lisa no va a valer los millones de la de Botero porque es sencillamente una copia “mejorada”. Pero no hay que sorprenderse si el mundillo comercial le coge con coleccionar a Barillas y ponerlo al mismo nivel que el imitado. ¿Qué no pueden hacer con todos los millones que manejan para manipular la opinión mundial?

La calidad artística de las caricaturas del alemán Sebastian Krüger demuestra un dominio muy superior del dibujo que Botero despliega. Su terminación es de una factura que no se veía desde el Renacimiento. Pero Kruger va a ser un problema para los coleccionistas millonarios cuando le pidan 500 piezas para venderlas a cada museo porque sus creaciones toman tiempo como todo buen arte.

No basta con el talento artístico para el mundo comercial, lo importante es el valor que ha adquirido ficticiamente de lo que ellos son especialistas.

De los seguidores más talentoso y por tanto creadores, al final, de sus propias gordas con características propias, hay que mencionar a Teté Marella, Malgré Elle. Cuando en 1975 realizó una hermosa muestra de caricaturas en la Ciudad Colonial, ningún político, ningún cantante, ningún periodista que la inspiró se dignó a apoyarla. Nadie le dio ni un chele por aquellas magníficas obras y esto la decepcionó enormemente, decepción que coincidió con el auge de Botero a quien siguió. Encontró la forma de hacer caricaturas sin hacer caricaturas, como Botero. Tanto Lucien Freud, Jenny Saville, Teté Marella, Melchor Terrero, Rogelio Barillas y muchos otros, asumieron el boterismo como algo normal. ¿Falta de originalidad? ¿Libertad del artista? ¿Arte derivativo? Lo que sí llama la atención es el precio de uno y del otro.

Por lo tanto, no es la Escuela de Bellas Artes, ni su enseñanza lo que hay que eliminar, es más bien ese mafioso mecanismo de casas de subasta y “coleccionistas” que tendría que desaparecer, lo que es casi imposible porque ellos representan la esencia misma del sistema que los creó y que está de pie.

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